Lara Almarcegui durante el montaje en el Patio Herreriano. Foto: Victor Hugo Martín Caballero

Lara Almarcegui durante el montaje en el Patio Herreriano. Foto: Victor Hugo Martín Caballero

Arte

Lara Almarcegui, artista: "El subsuelo de nuestras ciudades da pavor. Esconde capas de poder e intrigas"

8 octubre, 2024 01:52

Sus piezas son titánicas porque su escala es la del mundo. Ha parado una gravera que extrae 1.000 toneladas de material a la hora, ha enterrado una casa creando una loma, se ha apropiado de la demolición de un edificio o, acompañada por un equipo de urbanistas y geólogos, ha calculado el peso de ciudades enteras, por ejemplo, de la ciudad de São Paulo, construida con más de 1.200 millones de toneladas de piedra, madera, cobre o vidrio.

Contra la magnitud desenfrenada del hormigón nos propone volver a los descampados. Eso es lo que vemos, entre otras interesantísimas piezas, en Gravas y arenas, una de las exposiciones más ambiciosas de Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), resultado de dos años de trabajo.

En este caso el suelo de Valladolid es el punto de partida para contarnos historias asombrosas sobre las metrópolis y el homo faber, el hombre que construye.

Pregunta. ¿Qué vemos en esta exposición?

Respuesta. En el espacio de la capilla hay instalados bloques de piedra caliza, que es una piedra que se extrae cerca de Valladolid y, además, se ha utilizado en la renovación del edificio del museo. Utilizo un material local para hablar de las extracciones que construyen la ciudad e investigar qué hay debajo.

»En la sala contigua se puede ver el registro videográfico de la acción de parar una gravera: un trabajo contemplativo que permite experimentar el material parado. En las salas de arriba hay piezas anteriores. La exposición empieza con el viejísimo proyecto de Restaurar el mercado de Gros (San Sebastián, 1995) antes de ser demolido, que me encanta porque ahí empecé a enfrentarme a las construcciones.

»También presentamos estudios de descampados, el siguiente paso lógico a la oposición a las demoliciones. En definitiva, la exposición podría leerse como un enfrentamiento directo al hormigón.

"Es la escala megalómana y monstruosa de la arquitectura lo que ha generado mi trabajo"

P. ¿Cómo concibe usted la habitabilidad de los espacios?

R. Me interesa entender su relación con el lugar: el suelo, su ubicación, el río, la montaña y la gente habitándolos.

P. ¿Cómo surge la instalación de la capilla del museo donde ha colocado seis bloques de piedra caliza, de 7.000 kilos cada uno?

R. Me reuní con técnicos y arquitectos de Valladolid que me ayudaron a identificar los materiales y que respondieron a mis preguntas: ¿de dónde vienen los materiales de construcción de la ciudad?, ¿de qué se sirve Valladolid para construirse?

»Luego fuimos a ver todos esos lugares destrozados por la extracción de una forma sistemática, uno a uno, enseguida encontramos las canteras de caliza y las de grava. El yeso fue más difícil de localizar, y, sobre todo, me impresionó que los terrenos de graveras parecen infinitos.

Lara Almarcegui: 'Caliza', 2024. Vista de la instalación en la capilla del Museo Patio Herreriano. Foto: Víctor Hugo Martín Caballero

Lara Almarcegui: 'Caliza', 2024. Vista de la instalación en la capilla del Museo Patio Herreriano. Foto: Víctor Hugo Martín Caballero

P. En su trabajo hay una tentativa de frenar, ralentizar procesos imparables como la construcción desmesurada de nuestras urbes a través de la reflexión en torno a sus materias primas. ¿Qué estamos haciendo mal?

R. A mí la noción de diseño arquitectónico siempre me pareció problemática: que alguien decida qué levantar y nos obligue a vivir con ello me resultaba autoritario, por eso defendía los descampados, pero el nivel de destrozo de la actividad constructiva ha llegado a tal extremo que es una obviedad, y ya casi todo el mundo está de acuerdo conmigo.

»La ventaja del consenso es que en la actualidad hay un gran movimiento en arquitectura que pide la "moratoria". No más construcciones, ni demoliciones. Ojalá se produjera menos.

P. Trabaja con descampados, de hecho, para esta exposición ha realizado una guía del que está situado en el Pinar de Jalón, una gravera abandonada. ¿Qué la hace interesante?

R. En Valladolid, en las terrazas de los ríos Duero y Pisuerga, se extrae grava en tal cantidad que si uno siguiera el eje de ambos ríos observaría que todas las veras han sido excavadas.

»Quería seleccionar uno de esos interminables terrenos y analizarlo a fondo. Si estudias un lugar con el máximo detalle puedes entender sus conexiones con el espacio, además de conseguir información veraz sobre el funcionamiento de las decisiones: historias de propiedades o explotaciones bastante duras, que determinan cómo se generan los espacios.

»El descampado de Pinar de Jalón es un terreno de gran belleza. Se explotó como gravera en los 70 para extraer áridos y construir carreteras vinculadas a los sucesivos ensanches de una ciudad que crecía aceleradamente. Desde que se rellenó con escombros y pasó a ser propiedad municipal se han planteado en ella los planes más desorbitados que puedas imaginar. Por ejemplo, un aquapark que utilizaría la topografía de las lomas de la escombrera para los toboganes. Nos da una idea de cómo los terrenos vacíos permiten a la ciudad soñarse a sí misma.

"Los descampados son lugares increíbles: gran parte de lo que sucede en ellos está prohibido en el resto de la ciudad"

P. ¿Y por qué debemos protegerlos?

R. Los descampados son lugares increíbles desde el aspecto natural, pero también político, porque gran parte de lo que crece, vive y sucede en ellos está prohibido en el resto de la ciudad. Además, son terrenos llenos de posibilidades: un lugar abierto a pensar el futuro.

P. Se cumplen 10 años desde su participación en el pabellón español de la Bienal de Venecia. ¿Qué ha supuesto para el desarrollo de su carrera?

R. Después de Venecia todo parecía fácil, creo que porque el trabajo en el pabellón fue tan arduo que cualquier otra exposición parecía muy sencilla. Pero al poco de Venecia empecé a trabajar para conseguir los derechos minerales (que consiste en tener los derechos de los yacimientos de hierro para protegerlos), y eso solo se podía hacer con la colaboración de las direcciones generales de minas. A pesar de mi fama la cosa se complicó mucho, se deshicieron de mí de malas o mejores maneras.

P. Incluye en esta exposición una pieza sobre el pabellón, ¿en qué consiste?

R. Es de un listado con todos los materiales utilizados en su construcción que identificamos con ayuda de un ingeniero: 300 toneladas de cemento, 224 de ladrillo, 150 de grava… Se trata de trocear un edificio para entenderlo, ver de qué está hecho, deconstruirlo, pensar en su demolición y ruina, porque la arquitectura no es aire, como decía el conocido arquitecto Miguel Fisac, sino que es material, pesa, y duele.

P. ¿Qué se esconde bajo nuestros suelos?

R. El subsuelo de nuestras ciudades causa pavor. Me temo que capas y capas de poder e intrigas imperiales enterradas. Por suerte Valladolid tiene los ríos Pisuerga y Duero que arrastran sedimentos de la montaña y los van depositando a su paso.

P. ¿Qué papel juega la historia del arte, en concreto el minimalismo y el conceptualismo en su obra? ¿Se siente más una artista o una arquitecta-urbanista radical?

R. Aprendí de los cortes de edificios de Gordon Matta Clark en los que se ven los materiales, aunque conocí demasiado tarde el trabajo que admiro más ahora: el de Mierle Laderman Ukeles trabajando para la empresa de basureros durante más de diez años o el de Simone Weil en la fábrica Renault durante un año.

»o que motivó mi trabajo fueron las teorías arquitectónicas y el enfado que me provocan sus posiciones de poder. También he pasado muchísimo tiempo mirando edificios, admirando arquitectura, enfadándome o soñando con vivir en ellos. Ahora pasamos todo el tiempo que podemos yendo a minas.

Imagen del vídeo 'Gravera', 2021, de Lara Almarcegui

Imagen del vídeo 'Gravera', 2021, de Lara Almarcegui

P. Investiga la superficie del terreno, pero también lo subterráneo, por ejemplo, en la pieza en que entierra una casa en Dallas, Texas. ¿Cómo formalizó algo, en principio, invisible?

R. Al tapar la excavación con la tierra extraída tras meter dentro sus propios escombros, el terreno quedó elevado formándose una loma bien visible. Me gusta imaginarme que los vecinos hablan en torno a ella y se convierte en una especie de historia. Me fascina que los proyectos de arte puedan convertirse en una narración, más o menos, increíble.

P. Cada vez trabaja más con cuestiones de extracción, ¿qué es lo que le interesa de ella?

R. Como a muchos, me cambio la perspectiva cuando vi las zonas de extracción de carbón de Alemania. La escala es tan gigantesca, mayor que cualquier arquitectura humana. Las cuestiones de escala me importan mucho, porque es la escala megalómana y monstruosa de la arquitectura lo que ha generado mi trabajo, y por eso entender que hay una escala aún mayor y más brutal fue determinante.

»Además, saber qué hay debajo y cómo se ha formado te da idea de los tiempos, que en geología siempre son de vértigo. Por ejemplo, el hierro que tengo protegido por los derechos minerales en Noruega tiene 280 millones de años, el volcán de Agrás en Valencia sólo 20 millones. Si miras el precio del hierro en una bolsa de valores me parece muy barato, si pensamos que su extracción está afectando a todos y a todo por siempre jamás.

P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

R. Sigo trabajando en los derechos minerales y acabamos de inaugurar una exposición en Leipzig en la que hemos parado la excavación de las obras de un edificio, de forma que las capas de restos de la ciudad se hicieron visibles a la ciudadanía.

»Conseguimos acordar la parada justo cuando llegaron a lo más profundo, antes de empezar a verter el hormigón que lo ocultaría para siempre. En realidad llevo años intentando que me dejen hacerlo, cinco años de tentativas sin éxito en varias ciudades y en Leipzig, concretamente, dos veces. Pasa muchísimo tiempo hasta que consigo que me permitan hacer cosas así.