'Los íntimos' de Marta Sanz, una autobiografía literaria y de combate
- La autora relata su vida desde un punto de vista original, nada se parecen estas memorias a las habituales porque tienen un sostén propio ideológico.
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Resulta curioso que la ya muy autobiográfica Marta Sanz (Madrid, 1967) dedique Los íntimos a relatar su vida. Lo lleva a cabo, sin embargo, desde un punto de vista del todo original. Nada se parecen estas memorias a las habituales porque tienen un sostén propio ideológico.
En Los íntimos tenemos la "novela social" de un escritor desde sus azarosos y angustiantes principios y hasta que alcanza el triunfo y se reconoce como un “poder”.
Tal rescate biográfico se subordina a la específica perspectiva de lo social. Marta Sanz pone por delante una relegada condición del escritor, la de trabajador o productor y no de artista o vate.
Tal cualidad la asocia con una función también social: desvelar las injusticias de la vida, en general las económicas y en particular la discriminación histórica de la mujer. Ambas fruto del capitalismo, palabra muy repetida a lo largo del texto.
Este planteamiento corrobora la perspectiva comprometida, militante y belicosa desde la que siempre escribe Marta Sanz. Sin disimulos, reivindica una literatura de agitprop. Pero también afronta los fueros del arte, aspecto fundamental del comienzo del libro. Como una letanía declara su pasión por la palabra. Le encantan las esdrújulas y admira la belleza expresiva modernista, confiesa. En el fondo, propone una estética que se aparta del realismo sociologista vulgar y, consciente del valor revulsivo de la palabra intencionada y creativa, lo sustituye por una reconstrucción del mundo metafórica.
Esta aventura literaria –la búsqueda de una expresión verbal y formal reveladoras de la realidad– constituye el eje anecdótico y temático de Los íntimos. En él se engarzan las ambiciones, desencantos y logros de un escritor. Sanz cuenta cuánto sufre cuando le rechazan un original. También la alegría por un premio, una traducción, verse en una librería o arrancar aplausos en un coloquio; en suma, por sentirse reconocida.
Es este un relato vivaz y variado: amargo y divertido, soflamero y reflexivo. Y, a ratos, emocionante
Todo ello lo manifiesta con relativismo y con una mirada escéptica que confieren un sello de autenticidad a un relato que suena sincero. Su gran recurso retórico, la paradoja, en concurso con la ironía o el sarcasmo y el distanciamiento, tiene este positivo efecto.
A modo hilván de esta novela del novelista funcionan las relaciones de la autora con los "íntimos" del título, las gentes con quienes ha tenido un trato estrecho a lo largo del tiempo más el círculo familiar, en el que apoya también su estampa social del escritor.
Algunos personajes y episodios poco relevantes suponen una rémora de un relato un tanto prolijo y de excesivas páginas. Y en el que sobran calificativos hiperbólicos: tales íntimos son geniales, exquisitos, admirables, fraternales, escritores mayúsculos, incluso seres de leyenda, figuras mitológicas…
No todo consiste, por suerte, en este agobio laudatorio. Lo compensan pasajes que compaginan intensidad sentimental y fuerza narrativa. Los recuerdos valen asimismo como crónica perspicaz e incisiva de nuestra sociedad literaria —escritores, editores, agentes—de los últimos lustros. Todo ello hace de esta "memoria" vital un relato noticioso interesante.
Por otra parte, el apremio del tiempo inducido por alcanzar los cincuenta y seis años (la amalgama de presente, pasado y futuro de un Eliot solo aludido) aporta una hebra metafísica. En fin, a los múltiples registros retóricos se debe un relato vivaz y variado: amargo y divertido, soflamero y reflexivo, coloquial y enfático, llano y exagerado. Además de, a ratos, emocionante.