Bajo el título "The Arena", Luc Tuymans presenta en Munich sesenta piezas realizadas en las dos últimas décadas

Luc Tuymans no solo es uno de los artistas más importantes de Bélgica sino uno de los pintores más interesantes de su generación, integrante de colectivas de renombre y de las grandes citas del arte contemporáneo (la última Bienal de Venecia y las Documenta IX y XI). Tuymans pinta formatos diversos, muy pequeños en numerosas ocasiones, estableciendo un diálogo con el espacio que hace que su obra se acerque a la instalación. Estas cuestiones de índole espacial no ocultan, sin embargo, una dialéctica de orden social inherente a motivos históricos, tremendamente crítica hacia ciertas actitudes políticas como el Nazismo o la política colonizadora de su país en el Congo, tema, por cierto, con el que obtuvo un notable éxito en la pasada Bienal veneciana.

Tuymans pinta lento y pausado, siempre con difuminados y trazos incompletos que otorgan a la composición una atmósfera nebulosa con la que genera un clima decididamente incierto. Pese a la aparente simplicidad de las imágenes, Tuymans realiza una profunda investigación sobre la imagen, un análisis de cómo una imagen genera otra, convirtiéndose en extensas series; de las propiedades de la imagen en movimiento (Tuymans comenzó haciendo fims por su escepticismo ante la pintura como medio válido para expresar temáticas contemporáneas), y de cómo percibimos esta imagen. Esta exposición alemana será una buena ocasión para enfrentar lo que constituyó el génesis de su creación artística a mediados de los ochenta, los film-stills, con su pintura actual.

Tuymans no solo se preocupa por el movimiento de la imagen sino también por el concepto de dinamismo en cuanto al diseño de sus exposiciones. En la Pinakothek der Moderne, el espectador asistirá a un fluir incontrolado de imágenes que se deslizan por los diferentes espacios, desde las salas hasta la rotonda pasando por los vestíbulos. Pero no esperen un montaje espectacular. Tuymans gusta de encadenar imágenes y a su vez espacios pero huye en todo momento de la grandilocuencia. Con una paleta de austeridad extrema, el pintor de Amberes se encuentra cómodo en el silencio. Sus obras son, pues, un grito ahogado, una lectura crítica del orden social contemporáneo desde la encrucijada entre imagen y percepción. Ahí donde la primera se expresa carente de fisicidad, siempre incorpórea y evanescente, nuestro ojo ha de asimilar un dardo envenenado hacia las injusticias de nuestro tiempo.