Image: Verde es el color del dinero

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Arte internacional

Verde es el color del dinero

Greenwashing

13 marzo, 2008 01:00

Minerva Cuevas: Égalitè, 2004

Comisarios: Ilaria Bonacosa y Latitudes (Max Andrews y Mariana Cánepa Luna). Fondazione Sandretto Re Rebaudengo. Via Modane 16. Turín. Hasta el 11 de mayo

La Fondazione Sandretto Re Rebaudengo de Turín cierra su programa dedicado al medio ambiente -encuentros, estudios, publicaciones, exposiciones...- con una muestra internacional que debo calificar de muy alto interés en sus distintos aspectos y que responde idoneamente a la idea de complementareidad que rige sus actividades, uno de cuyos aspectos más relevantes es, a mi modo de ver, la conjunción entre espacios de reflexión teórica y la formación práctica del comisariado.

Greenwashing se ocupa de un tema pujante, la situación del medioambiente en el mundo, y cómo su título indica lo hace desde una óptica tan amplia como determinada. Greenwashing es un neologismo que define la injustificable apropiación de las virtudes medioambientales por parte de la industria, los estamentos políticos o las organizaciones, con la finalidad de crear una imagen positiva de sus actividades o productos y una imagen mistificadora que distraiga la atención respecto a sus propias responsabilidades e impactos medioambientales negativos. Green significa verde, washing, lavar, y podría traducirse por "lavar con verde" o, más irónicamente, por "el verde lava más blanco".

El comisariado ha sido un trabajo colectivo entre Ilaria Bonacosa, jefa de exposiciones de la Fondazione, y el estudio Latitudes, formado por Max Andrews y Mariana Cánepa Luna, colaboradores del programa Arts & Ecology, autores del libro Land, Art: A Cultural Ecology Handbook, organizadores en la Bienal de Sharjah de un simposio sobre el tema y editores de un número de la revista UOVO, de Turín, con el tema Ecología, Lujo & Degradación. Cito esta parte de su curriculum porque sin el conocimiento previo del temario tratado, difícilmente podrían haber llevado a cabo una lectura que, sin ilustrar tesis preconcebida alguna, resulte tan rica, tan alertadora e instructiva, en el mejor sentido del término. Tampoco para la Fondazione, que ha dedicado esfuerzos en esos aspectos desde 2001.

No es por otra parte un tema que, desde el punto de vista artístico, nos resulte del todo desconocido. En Madrid sin ir más lejos, Juan Antonio álvarez Reyes comisarió en octubre del año pasado, en las salas de la Comunidad, Los Límites del Crecimiento, que abordaba el tema y que adelantaba algunos de los artistas españoles incluidos en ésta.

La exposición no ofrece -ese es su primer acierto- una visión pastoril de la naturaleza, sino que la muestra como el espacio físico de nuestra existencia y no pocas veces desde sus aspectos menos idílicos. De ella no se deduce la inocencia del espectador, sino que nos hace enfrentarnos a nuestra propia condición de lavadores verdes. No se limita o entretiene en la mera denuncia -por más que las haya respecto a las fuentes de energía fósiles o a sus sustitutas renovables, a las emisiones nocivas o las basuras descontroladas-, pero sí ofrece pensamientos y propuestas, análisis y especulaciones que poco tienen que ver con las habitualmente en uso. No es una exposición a favor del ecologismo, aunque lo tiene en mente y no es, tampoco, una apropiación de la justicia o de la exactitud en los criterios por parte del arte. No prima, por último, la estética sobre el análisis y la crítica, ni mucho menos sobre la prospectiva, que es finalmente el eje sobre el que gira la muestra. Una pieza paradigmática en este sentido es la de Cornelia Parker, una larga conversación con Noam Chomski rodada en plano fijo y con las preguntas cortadas.

Coherentemente, la Fondazione durante su transcurso anula las emisiones de anhídrido carbónico, se ha adherido al proyecto RAF de reducción de viajes en avión y ha editado el catálogo en papel ecológico.

La exposición reúne a veinticinco artistas internacionales, cuatro de ellos españoles (cuya participación ha sido posible gracias a SEACEX), que coinciden en un tratamiento del tema que es, las más de las veces, tan provocativo como irónico, aunque no faltan tampoco la censura o la melancolía de un presente ya ido.

Algunos de ellos, así, por ejemplo Lara Almarcegui, Ibon Aranberri o Fiona Tae, se han servido del acarreo de archivos, así el peso de los materiales de construcción del edificio de la Fondazione -un total de 14.601,13 toneladas-, o imágenes sobre áreas urbanas abandonadas, que se confunden con la naturaleza en Almarcegui; documentos gráficos y visuales sobre la construcción y posterior abandono de la Central Nuclear de Lemóniz, de Aranberri, o las viejas películas de inundaciones y naufragios de Tae.

No faltan tampoco la ironía o el sarcasmo ante situaciones como las que proponen The Bruce High Quality Foundation -por cierto, hay que destacar el alto número de colectivos seleccionados, con su implícita negación de la autoría-, la alimentación de las luces de la maqueta de una gasolinera de una marca de petroleo especialmente contaminante con la electricidad producida por electrodos introducidos en frutas que como resultado de la putrefacción provocan una situación sanitaria alarmante; el agua égalité, de Minerva Cuevas, simulacro de Evian, que plantea la propiedad desigual del agua en el mundo o la inscripción del gigantesco billete de dólar de Ettore Favini: "Verde es el color del dinero".

Los más, o al menos de los que más me han interesado, optan por las acciones, tanto en el seno o entorno de la Fondazione -cuyo capital procede de fábricas de estampación de plásticos-, como más generales. Así el español Jorge Peris ha convertido su sala de internet en una cueva chorreante cubierta permanentemente de arcilla húmeda en la que crecen plantas y líquenes y Tue Greenfort ha instalado contenedores de basuras de paredes de plástico transparente a sus puertas para que el vecindario deposite y vea sus basuras. Amy Balkin ha adquirido créditos para la emisión de CO² y los ha retirado de uso, para donar al mundo un oasis de aire límpio y Maria Theresa Alves, en la que es una de las grandes piezas de la exposición, ha proporcionado luz solar al pueblecito de Viganella, próximo a Turín, que durante los meses de invierno carece de ella, mediante un inmenso espejo situado en la falda de una montaña.

Me es imposible citarlos a todos, pero lo cierto es que tras el largo recorrido por la muestra y una lectura atenta a los textos del catálogo no creo que haya espectador que sostenga ideas tópicas sobre uno de los grandes problemas mundiales.