Image: El silencio de Paul Chan

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Arte internacional

El silencio de Paul Chan

The 7 lights

29 mayo, 2008 02:00

3rd Light, 2005.

Comisario: Massimiliano Gioni. THE New Museum. 235, Bowery. Nueva York. Hasta el 29 de junio.

La experiencia de la muerte en directo, tan común en las ventanas televisivas de todos los hogares occidentales, hizo su más brusca aparición en la historia de la humanidad esa mañana del 11 de septiembre que cambió el mundo, cuando en la conciencia de millones de ciudadanos del país más poderoso del mundo saltaba en mil pedazos la que acaso era la última utopía: su propia seguridad.

Unos años después, un joven nacido en Hong Kong y criado en Nebraska, Paul Chan, realizaba su contundente interpretación artística de aquella devastación: 1st Light, una animación digital de 14 minutos que le consolidó en la Bienal del Whitney de 2006 e, inmediatamente, le abrió las puertas de prestigiosos museos e instituciones artísticas en todo el mundo

1st Light es una proyección de sorprendente simplicidad que recupera la estética de los teatros de sombras, para representar, con un emotivo silencio de fondo que recuerda el cine mudo la terrible belleza de los objetos flotando ingrávidos en el aire, el espanto de los cuerpos cayendo para estrellarse contra en el asfalto y hasta la sensación de vacío existencial que, con aquella muerte masiva, se apoderó de toda una nación. Como un caótico torbellino de formas y colores en el que se impone la imagen de un avión-cruz plantado en primer plano, 1st Light fue la primera de un ciclo de siete filmaciones y el eje en torno al cual se desarrolla su exposición en The New Museum.

No es casual que un voraz lector de arte, filosofía y literatura, haya elegido la luz como metáfora de aquellos sucesos que configuraron un nuevo orden y otra conciencia. Energía intangible que inauguró la creación del mundo, el simbolismo de la luz alude no sólo a Dios sino también a la iluminación del espíritu y a la naturaleza divina del alma humana. Invirtiendo la ecuación, y despojando a la luz de esas cualidades sobrenaturales al uso de las catedrales góticas, Paul Chan utiliza el "espacio negativo de la luz" y la frágil consistencia de la sombra para desarrollar su impactante interpretación de aquella catástrofe y recordar a quienes han tenido que enfrentarse no sólo al trauma y al duelo, sino también a la soledad y al olvido: los supervivientes.

Tomando el modelo del Génesis, las siete composiciones del artista trazan un recorrido desde ese momento primigenio en que "se hace" la "primera luz", hasta que las sombras tiñen de oscuridad el epílogo de cada uno de los días. Como recortados a mano, los objetos -teléfonos, sillas, cuchillos, coches, trenes, postes...-, los árboles, los pájaros, los perros y las personas atraviesan esos extraños rectángulos que se reflejan en las paredes, los suelos y los techos de los espacios expositivos del museo, incorporando las siluetas y los recuerdos de sus visitantes.

Repletas de referencias personales -como cuando aparece en 3rd Light una mesa de idénticas proporciones a la que Leonardo pintó para La última Cena-, siete veces catorce minutos habremos de contemplar The 7 Lights de Paul Chan. Preferiblemente, en ese estado especial de espera que el artista aprendió del libreto Esperando a Godot de Samuel Beckett. En una serena ceremonia de claridad y confusión que recuerda aquella frase de Adorno que dice que "el arte nos entiende, nosotros no lo entendemos", Paul Chan materializa las inextricables conexiones del todo con todo: la conexión de nuestros procesos mentales y nuestros deseos inconscientes con los de otros seres que nos son desconocidos o, acaso, la complementariedad de ese fluir de fuerzas opuestas que, como la luz y la sombra, son la vida y la muerte.

Paul Chan ha sabido concentrar en sus hipnóticas imágenes no sólo el hecho inexplicable de los atentados terroristas, sino también la delgada línea que separa la realidad de la ficción, el fenómeno de la pérdida y la psicología de la destrucción. Consciente de que América ha experimentado algo parecido a aquella fractura existencial que hizo que Europa hiciera "tabla rasa" tras la Segunda Guerra Mundial, Chan ha incorporado a su exposición, además de una interesante serie de dibujos que contienen alusiones a la obra de Henry Darger y a la utopía de Charles Fourier, grabaciones de textos que ejemplifican el sufrimiento y el olvido, la pérdida y la capacidad catártica del arte.

El eco de las palabras y las experiencias de Maurice Blanchot, Anna Frank, Henri Michaux, Theodor Adorno y Karl Krauss, amplían el arco interpretativo de este proyecto. Paul Chan, autor de una interesante entrevista a Robert Hullor-Kentor a propósito de Adorno y sus análisis sobre las transformaciones del sonido electrónicamente transmitido por la radio, tampoco ha querido ocultar su aprecio por el cine de Godard, el teatro de Brecht o la intensidad emocional del cine mudo.

Es curioso que aquel agudo lector de Marx y Freud, aquél que criticó la Guerra de Irak e irrumpió en la escena artística con un trabajo sobre la felicidad (Happiness), sea el mismo que hoy nos conmueve con la materia etérea del silencio y el olvido. Como un maestro.

Paul Chan nació en Hong Kong en 1973 pero creció en Nebraska y ahora vive en Nueva York. Su trabajo se ha visto en importantes centros de todo el mundo, desde el Stedelijk de Amsterdam, donde ya pudo verse la serie completa de The Seven Lights, Portikus en Frankfurt o la Serpentine Gallery de Londres. Su obra se ha mostrado en importantes festivales de cine como el de Sundance. También realiza escenografías teatrales como la que montó el año pasado en Nueva Orleans para Esperando a Godot de Beckett