Image: Martin Creed

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Arte internacional

Martin Creed

Tate Britain, Londres

3 julio, 2008 02:00

www.tate.org.uk

Martin Creed continúa dándole un sentido lúdico a la herencia del arte conceptual. En Tate Britain vuelve a dar muestras de ello con otro controvertido proyecto.

El artista ha contratado a una serie de atletas amateur para que cada 30 segundos corran toda la longitud de la Duveen Gallery lo más rápido que puedan. Son corredores de todos los estratos sociales a los que el artista paga unos 12 euros por cada hora trabajada. Eso es todo. Las resonancias a otros trabajos anteriores, como Lights going on and off, con el que ganó el Turner Prize hace 7 años y que se pudo ver esta misma institución, son obvias. También la sombra de Santiago Sierra está presente pero en este caso no van por ahí los tiros. Lights going on and off y Work No. 850, que así se llama este proyecto último, se sustentan en un juego de opuestos: luz- oscuridad en el caso de y vida-muerte en la que ahora nos ocupa. Los paralelismos residen en esa voluntad del artista británico de situar en la experiencia vital los postulados del arte conceptual, una práctica de enorme calado en la producción contemporánea y que tiene en otro artista británico, Jonathan Monk, uno de sus grandes abanderados.

Martin Creed dice que visitó las Catacumbas de Palermo con unos amigos y tuvo que verlas a todo correr pues apenas tenían tiempo. Cuenta el artista lo curioso que les resultaba ver tantos rostros a tanta velocidad y que lo bueno de ver las cosas así de rápido es que te deja tiempo para hacer muchas otras cosas. Esto, evidentemente, forma parte del discurso mundano y desmitificador del artista, tan común entre tantos otros británicos, pero las cuestiones que se encuentran detrás de tan ligeras declaraciones son, a no dudar, de peso. Añade Martin Creed que estar parado se situaría en el mismo plano que estar muerto y que estar corriendo implicaría algo parecido a estar vivo. Es algo que subscribiría Mauricio Cattelan, que escribió que Lights going on and off era la verdad esencial de la vida, la dicotomía de humores y sentimientos en una rueda inacabable, en una rutina incesante.

Work No. 850 rebate la noción de objeto de arte elevada a la condición de lujo. Los corredores pasan a toda velocidad por las galerías neoclásicas y subrayan así la fugacidad del momento frente a la verdad impoluta de las joyas que ahí se muestran. La imagen fotográfica barrida del corredor con el fondo nítido del contexto de las salas de la Tate es la metáfora perfecta. Buena parte del trabajo de Martin Creed se instala en la producción de absurdos, en la percepción de que el arte no tiene por qué servir para algo, de que el arte es el instante y el aura tiene el empaque de una gota de agua. Su aproximación es minimalista pero él te tiraría el término a la cara. Ha creado protuberancias en la pared, se ha adueñado de elementos ya existentes en una habitación y los ha convertido en obra de arte ("el siguiente rayo de esta tormenta es una obra de arte mía", dijo un conceptual), ha pegado bolitas de blue tag en la pared… Los suyos han sido y son acciones y obras minúsculas que evidencian que los pequeños momentos de esta vida tienen una dimensión inescrutable. Dejó de titular las obras para eliminar toda jerarquía. Desde entonces solo son números grises y anodinos de una serie fresca y vibrante de trabajos.

Se han alzado voces llamando oportunista a este trabajo de Creed por la cercanía de los Juegos Olímpicos. Puede ser, pero el trabajo engarza con facilidad en la línea de trabajo del artista, es desmitificador y transgresor hacia la institución y lanza al aire preguntas sobre cómo vemos y desde qué tribuna lo hacemos.