Mentiras de verdad, verdades de mentira
6th Berlin Biennale of Contemporary Art
2 julio, 2010 02:00Petrit Halilaj: The places I´m looking for..., 2010
Días antes de viajar a la Bienal de Berlín, pinché su página web buscando información sobre lo que iba a encontrarme en la sexta edición de la cita alemana, que abrió al público el pasado día 11 de junio. En un breve párrafo se avanzaban algunas notas en las que la comisaria -la austriaca Kathrin Rhomberg-, se asoma al complejo asunto de lo real en una exposición cuyo titulo es Was Drauben Wartet, algo así como "lo que está ahí fuera". Las muchas caras de lo real, sus grietas y sus vicios, su naturaleza poliédrica, resbaladiza e inasible, la distancia entre la realidad subjetiva y la que de verdad está ahí… Un tema manido, pensaría uno, vibrante aún el eco de textos ya clásicos de los noventa. Ya en Berlín, catálogo en mano, leo en la introducción que su ambición es que, como espectadores, nos preguntemos si tantas "realidades" nos ayudan a ser más conscientes del presente que vivimos. Habla también de las verdades a medias como forma de comportamiento generalizado, de las mentiras piadosas que sofocan los pequeños incendios en la intimidad de las relaciones humanas, y, ya en el terreno político, alude a los vínculos con la realpolitik como estrategia de persuasión y a la certeza de que, hoy, una buena mentira a tiempo, si es por el bien común, nunca está mal vista…A la hora de planear el recorrido a seguir, llama la atención la escala de la bienal pues es mucho menor que otras ediciones (43 artistas). Dos son las sedes principales: Kunst-Werke, uno de los espacios habituales, y un edificio en decadencia en el barrio de Kreuzberg. Además, en un espacio de la Alte Nationalgalerie, Rhomberg ha invitado a Michael Fried a comisariar una pequeña muestra dedicada a Adolph Menzel, pintor realista alemán del siglo XIX, proyecto que quiere ayudar a contextualizar la bienal, si bien su papel es muy menor. Desaparece en esta edición la Neue Nationalgalerie, el deslumbrante edificio de Mies van der Rohe cercano a Potsdamer Platz que en 2008 acogió una de las secciones -excelente- de la Bienal.
En Kunst-Werke sólo hay obra de 5 artistas. La comisaria ha situado en un lugar central a Petrit Halilaj, un joven kosovar de 24 años, con una instalación de proporciones extraordinarias. Es una estructura de madera que sirvió de andamiaje para la construcción de una casa familiar en Prístina y que ha sido trasladada al cubo blanco berlinés. Sus dimensiones rebasan los límites del espacio prolongándose en el exterior. Por un lado, el conjunto se apoya en la experiencia personal del artista, y, por otro, no deja de ser un reflejo de sus sueños y futuras ambiciones, fundadas en la paz y la estabilidad una vez ahuyentados los fantasmas de la guerra. El protagonismo que Kathrin Rhomberg otorga a Halilaj es tan insólito como revelador de las claves de su discurso, que exige que la memoria y la utopía no sean excluidas del proceso de construcción de lo real.
Rhomberg no oculta su inquietud por la fragilidad moral de nuestro presente. Buena parte de la exposición trata de desenmascarar las perversas argucias del poder y su tendencia al hostigamiento y la opresión. Ya en la sede de Kreuzberg, donde se concentra el grueso de la exposición, los trabajos audiovisuales de Avi Mograbi, Renzo Martens, Phil Collins y Nir Evron denuncian, desde diferentes perspectivas, que la esfera del poder y esa otra que se repliega, anulada, ante él, son dos polos sin otra relación que la de la asunción, por parte de muchos, de la supremacía y la autoridad de unos pocos. Son piezas extraordinarias, vinculadas a una realidad que, efectivamente, está "ahí fuera". Copa los titulares de los periódicos, nos produce nauseas al leerlos y está bien que así sea, pero algo falla cuando una exposición quiere detenerse ante las mil caras de lo real y acaba revelándose tan explícitamente orientada. En las bienales de arte contemporáneo, tendentes siempre a convertirse en un cajón de sastre, no es habitual que las cosas se llamen por su nombre. Afortunadamente, no faltan trabajos que se acercan a esas otras relaciones más prosaicas y cercanas, políticas de lo micro, de lo cotidiano, que proponen un recorrido más corto y fácilmente aprehensible. Los vídeos de Ion Grigorescu, Mohamed Bourouissa o Michael Stevenson exploran con éxito esa vertiente.
Es acertada la localización de esta sede de Kreuzberg. Para hablar de una realidad inestable, nada como un espacio precario. El montaje de la exposición es sugerente, pero a medida que avanza, el espectador se sumerge en un magma audiovisual excesivo que traba en exceso el recorrido. Por eso, siempre se agradecen trabajos de una raíz más formalista como los de los jóvenes Adrian Lohmüller, Vincent Vulsma o Gedi Sibony, todos ellos excelentes.