Más allá de la guerra fría
John Akompfran: The Unfinished Conversation, 2012
Con un pie puesto en el arte y otro en la historia, Haus de Kulturen der Velt se consolida como una de las instituciones más importantes de Europa. La llegada este año de un nuevo comisario jefe ha dado una nueva identidad al centro, que hasta finales de noviembre presenta After Year Zero. Geographies of Collaboration Since 1945.
Hoy el HKW se ha convertido en uno de los centros más interesantes de Alemania, con una programación que alumbra temáticas geopolíticas que se sitúan en el extremo opuesto del excluyente binomio Este-Oeste. La llegada a principios de este año del comisario Anselm Franke, procedente de Extra City en Amberes, ha sido determinante. A sus 35 años, Franke, cuyo interés prioritario reside en las fracturas de las narraciones históricas y, en particular, en la formación y el desmantelamiento del colonialismo, ha realizado algunas de las exposiciones más aplaudidas en Europa en los últimos años, especialmente Animism, un proyecto organizado por Extra City y el M HKA de Amberes en 2010, que lleva 3 años itinerando por museos y centros de arte de todo el mundo, o The Whole Earth, una exposición que ha tenido lugar este mismo año en HKW y que no ha dejado a nadie indiferente ni en su naturaleza conceptual ni en su montaje.
En Animism, Franke consideraba ya obsoleto el hecho de que los seres animados y los objetos adquirieran cualidades humanas sólo desde una perspectiva religiosa, eurocéntrica y colonial, y abogaba por nuevas vías de comprensión del término desde un punto de vista universal y contemporáneo. Es casi obsesivo su interés por la universalidad, que justifica su empeño por contar las historias que quedaron ocultas bajo las componendas sectarias y ombliguistas del Occidente moderno. El trasfondo de The Whole Earth tampoco deja lugar a dudas. Su piedra de toque fue la primera imagen de la Tierra tomada por la NASA desde el espacio, que fue utilizada como portada del Whole Earth Catalog, una publicación aparecida en 1968 en California que encarnó los ideales de la contracultura y de la resistencia al incipiente neoliberalismo. El pensamiento que vertebra estas dos exposiciones y la que ahora nos ocupa, After Year Zero, parece claro: discurre siempre al margen de lo que se supone oficial y normativo.
After Year Zero, ofrece nuevas narrativas que puedan competir con la Guerra Fría, la gran estrella de la Historia de posguerra. Año cero es metáfora de génesis. Es un término que aparece en el nuevo calendario de la Revolución Francesa y que aflora de nuevo con la llegada de Pol Pot, y ambos aluden a la creación de un nuevo orden social. En esta exposición, el 'año cero' es 1945, el año de la liberación del fascismo y el momento en que se empiezan a definir los movimientos de la descolonización. La exposición quiere huir de la manida temática del eje Este-Oeste y su origen se sitúa bien lejos, en la ciudad indonesia de Bandung, donde, en 1955, tuvo lugar la Conferencia Afro-Asiática a la que acudieron 29 países no alineados y donde se afianzó el propósito de no deberles nunca nada más a las dos grandes potencias.
El comisario ha definido este marco conceptual para la exposición y ha encargado trabajos específicos a cinco artistas, que funcionan como rupturas y yuxtaposiciones de la Historia oficial. La única pieza ya existente es la ejemplar película de John Akromfah, The Unfinished Conversation, ya exhibida en la bienal de Sharjah y en otras citas, que gira en torno a la vida y el pensamiento de Stuart Hall, intelectual británico de origen jamaicano cuyas teorías influyeron notablemente en el cine de Akomfrah, también afincado en las Islas pero de origen ghaniano. La película, proyectada en tres pantallas y con una duración de 46 minutos, es, interesantísima.
The Unfinished Conversation se ha montado en el vestíbulo de entrada, dándosele un carácter referencial, mientras el resto de los trabajos se encuentran en la sala de exposiciones, un espacio abierto, diáfano, que es más un laboratorio de ideas que un lugar para la contemplación. Esta parece que será otra de las señas de identidad de HKW, pues Franke parece tener una muy particular percepción del dispositivo de exposición, que no es sino el lugar en el que se escenifica el ejercicio de producir conocimiento a través de unidades de información. Películas y fotografías, junto a documentos y pequeños objetos, se muestran en vitrinas organizadas como si fueran pequeñas exposiciones en sí mismas; el recorrido es siempre abierto, sin arquitecturas que lo dividan, para así acentuar la convergencia de yuxtaposiciones y rupturas antes citadas, y la experiencia se resuelve en una sutil cacofonía, con proyectos que se conciben más como herramientas que como productos. Conviene también detenerse ante la película In the Year of the Quiet Sun, del colectivo The Otolith Group, formado en Londres en el año 2000. Es una pieza realizada exclusivamente con material de archivo, brillantemente urdido en un filme que recorre el periodo entre 1957, año de la independencia de Ghana y 1966, cuando la CIA derroca al líder revolucionario Kwame Nkrumah. Todo está contado a través de los sellos producidos por el país durante esos años, deudores de la estética socialista y unos de los pocos testimonios visuales que quedan del sueño Pan-Africano.
También son interesantes los testimonios que presenta Kader Attia, algo más densos pero decididamente turbadores, en torno a la colección de objetos que se alojan en el Museo del Vaticano. Sucesivas entrevistas con antropólogos y etnólogos arrojan luz sobre la percepción colonial de los objetos, sustraídos a los pueblos por los colonos evangelizadores y lanza al aire una interesante pregunta: ¿Si Richter o Koons reciben un porcentaje de una obra suya que se revende en subasta, por qué no dar un porcentaje de las sucesivas ventas de esos objetos a los pueblos de los que proceden?