Exposiciones

Bienvenidos al salón de los rechazados

2 mayo, 1999 02:00

Espacio de Arte Garaje Pemasa. General Díaz Porlier, 35. Madrid. Hasta el 16 de mayo

En su momento (el año pasado), Antonio de la Rosa, Rosalía Banet y Paco Serra fueron considerados artistas "nongratos" en algunos círculos artísticos. Hasta el 16 de mayo, el espacio alternativo Garaje Pemasa, en Madrid, cede sus paredes y muestra lo que en su día fue prohibido, censurado.

Para alivio y satisfacción de políticos, artistas e inquisidores, todavía hoy, a finales del siglo XX, alguien puede prohibir que se exhiban determinadas obras de arte, con el argumento de que hieren la sensibilidad del público. La sensibilidad moral y estética, los valores, las convenciones, las formas, la decencia y las buenas costumbres. Lo dicho puede parecer una afirmación sorprendente, pero el hecho de que siga existiendo una defensa férrea de todos estos valores es lo que hace que tenga sentido ponerlos en cuestión, atacar sus fundamentos, burlar la vigilancia que se ejerce sobre ellos. Aunque creer que tales valores existen no sé si es más un rasgo de estupidez o de cinismo. Una de las razones que llevan haciendo inverosímil desde hace muchos años la pervivencia de actitudes vanguardistas o subversivas es que en realidad ni existe un arte académico que superar ni un orden moral que sacar de sus casillas. ¿O es que alguien -persona o institución- guarda todavía una vara de medir inobjetable para decidir cuándo una obra de arte es mala o buena? Más bien, confiamos en el buen juicio de museos y galerías -pero los museos condicionan cada vez más su programación a conseguir éxito de público, y las galerías a conseguir rentabilidad económica. En cuanto a la moral, perdonen que me ría. Bastan un par de brochazos para pintar el paisaje de la incongruencia sobre el que luce el sol gemelo de la doble moral: el Estado tiene el monopolio comercial de una droga que mata todos los años a unas cuantas decenas de miles de ciudadanos -eso dicen. A una buena parte de los políticos de este país, a la vista de lo que han hecho y de lo satisfechos que están de haberlo hecho, nadie en su sano juicio les compraría un coche de segunda mano. En una hora ante la televisión pública compruebo que la publicidad utiliza para estimular nuestros apetitos de compra argumentos como: la traición de la amistad, el adulterio, la desigualdad social y tres o cuatro de las que en otro programa calificarán como perversiones sexuales. Los dibujos animados consisten en una serie de exposiciones y descuartizamientos llevados a cabo por unos monstruos enmascarados. Aparecen luego las Spice Girls, que aunque cantan para un público infantil y juvenil, están perfectamente diseñadas para socavar la templanza de sus padres. Con este panorama de fondo, el Director General de la Juventud argumenta la censura de una obra de arte diciendo: "Con dinero público no se van a apoyar mensajes sexistas, violentos o de discriminación a la mujer...". Y el Defensor del Menor la califica de psicopatológica, para añadir que es "de malísima calidad, técnica e imaginación". Lástima que un jurado compuesto por críticos de arte y profesores de universidad se hayan equivocado al seleccionarla entre 500 obras presentadas en la convocatoria. Me estoy refiriendo a la obra propuesta por Antonio de la Rosa, que fue en principio seleccionado para figurar en la exposición de la sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, obra que a mí me parece desde luego perversa, violenta y perturbadora.
La muestra que se celebra estos días en el Espacio de Arte Garaje Pemasa reúne a tres artistas que tienen en común haber sido de un modo u otro censurados. Junto con Antonio de la Rosa iba a exponer en la sala del Centro de Arte Joven Rosalía Banet, que al ver que pintaban bastos, y por solidaridad, decidió retirar su obra. El tercer participante es Paco Serra, que aunque fue seleccionado por el jurado del Premio L’Oreal del año pasado, su obra fue suprimida del catálogo y luego retirada de la muestra a causa de su contenido obsceno y pornográfico. Es bastante arriesgada la propuesta de este garaje del arte: llevar a cabo una especie de Salón de los Rechazados bajo la bandera de la incomprensión de los filisteos. Y lo creo porque este planteamiento puede ocultar el interés mismo de las obras que expone, elevadas -o denigradas- a piedra de escándalo. Con ellas lo único que pretendían los artistas era precisamente criticar una situación en la que todos estos contenidos son la pura cotidianeidad. Y hacerlo como siempre lo ha hecho el arte, llevando las cosas un punto más allá de la realidad en que se asientan, tratándolas con humor despiadado, intercalándolas en lo apacible de la vida. Los montajes fotográficos de Paco Serra juegan con las convenciones del cartel publicitario, su colorido agresivo y su tipografía contundente, para mostrar lo que el sibilino erotismo de la publicidad tiene siempre en la punta de la lengua y nunca dice. La instalación de Antonio de la Rosa es la logradísima falsificación de un hogar de los sesenta, cuyas paredes están surtidas de acuarelas en las que -con el estilo artístico kitsch de esos años- se nos muestran toda clase de barbaridades de esas que desgraciadamente suceden en el ámbito familiar. ¿Que son fuertes? Claro que lo son, no creo que se pueda hablar de violaciones paternales, de explotación infantil o de madres absorbentes hasta el sadismo pintado familias ideales. En su almibarado horror hay un retrato de la realidad que nos costará muy caro dejar de conocer. Por otro lado, toda una corriente de artistas, sobre todo del ámbito anglosajón -pienso en Sally Man- están trabajando sobre bases muy similares. La obra de Rosalía Banet es, a mi juicio, la más tópica, porque la plasmación del concepto de que parte -la relación entre lo visual y lo digestivo, lo sexual y lo gastronómico- no acaba de cuajar. En fin, creo que lo mejor es que se formen su propio juicio. Como dice el cartel de la entrada, firmado por el Colectivo Malëstrom, que organiza la muestra: "Estas imágenes pueden herir su sensibilidad y quedar indeleblemente grabadas en su retina". Y al Garaje Pemasa, al patrón y los mecánicos, mi enhorabuena por ser un Espacio de Arte.