Exposiciones

Testigos de papel

13 junio, 1999 02:00

Sobre las paredes rojas de la galería, la disposición acumulada -en hileras superpuestas- de sesenta dibujos y pinturas sobre papel pertenecientes a las primeras vanguardias españolas, da a la exposición un evidente tono "de anticuario", de manera común de presentar en el mercado eso que los franceses llaman "artículos antiguos de calidad". Le va muy bien al fondo que se expone este montaje, que, de una parte, subraya el carácter de complejidad, heterogeneidad y eclecticismo que tiene lo que se presenta como "un" (vanguardista) conjunto, mientras, de otra parte, acentúa la atmósfera "de historia" que ya respiran estas obras, testigos de papel del tiempo introductor de la modernidad en España.
Sorprende que todavía hoy resulte tan parcial y limitado el conocimiento que nuestra comunidad artística tiene acerca del rico y complejo entramado de actitudes innovadoras -pocas veces rupturistas- y de aportaciones substanciales -para una puesta a punto "moderna" de nuestra mentalidad y de nuestro gusto- que propiciaron los pintores y escultores de la primera hora vanguardista (en especial, las décadas de 1920 y 1930). Pero también es cierto que, desde que -se cumplen ahora veinticinco años- un grupo de universitarios produjo en Madrid aquella memorable exposición sobre los "Orígenes de la vanguardia española: 1920-1936", en la estupenda y efímera galería Multitud, no han cesado de celebrarse muestras y de editarse estudios, acrecentándose progresivamente el interés de todos por el conocer la obra, la circunstancia y los resultados de nuestros vanguardistas originarios. En esa línea, el galerista Guillermo de Osma viene desarrollando un trabajo constante a través de exposiciones monográficas y de grupo, no sólo de calidad, sino también analíticas y significativas, además de documentadas con rigor. Así, entre sus colectivas -nunca fáciles de reunir-, siempre se recordará "Ismos. Arte de vanguardia (1910-1936) en España", inaugurada a finales de 1993. Y, entre sus incitaciones y apoyos al mismo respecto, cuenta su intervención decidida y ajustada en el proyecto editorial del "Diccionario de las Vanguardias en España", de Juan Manuel Bonet.
Continuando ese proceso, ahora nos propone este nuevo testimonio expositivo, con la novedad de fijar el campo exclusivamente sobre obras realizadas sobre papel, cuando, por fin, estamos iniciando una fase al alza en el aprecio del dibujo y de la pintura realizada sobre ese soporte -el papel-, que admite la aplicación de las "recetas" y técnicas más variadas y expresivas. (Hay también que tener en cuenta -y en ello están las generaciones más jóvenes de nuestro coleccionismo- la circunstancia de razonabilidad de precios que mantiene todavía el mercado de dibujos y pintura sobre el papel).
Más que grupos de vanguardia propiamente dichos, en la pintura y en la escultura españolas de la primera mitad de siglo lo que efectivamente se produjeron fueron algunas personalidades que, dispersas, se significaron individualmente por su actitud vanguardista, así como por participar en "episodios" de signo profundamente innovador, tales como la ilustración de periódicos del ultraísmo poético, encabezados por la revista "Alfar", en la que colaboraron, de los pintores reunidos en esta exposición, Barradas, Bores, Norah Borges, ángel Ferrant y Alberto Sánchez. Otros dos artistas de esta muestra implicados en el acontecer del ultraísmo fueron los poetas-pintores Alberti y Adriano del Valle. Todos ellos se caracterizaron, en un principio, por buscar un arte inédito a través de la libertad de forma y de un registro de despreocupado y juvenil optimismo, y que, más adelante, adoptaron una estilización acusada de la realidad y un sentido metafórico de lo figurativo. Otros se incorporaron a propuestas surrealistas, cuya poética representan en la exposición Dalí, óscar Domínguez, Benjamín Palencia, Picasso, Maruja Mallo, Honorio García Condoy, junto con los pintores-poetas Moreno Villa y Gabriel Celaya, y el escultor -arriba citado- Alberto. En algunos de ellos mismos, así como en Almada Negreiros, se advierten influjos poscubistas (en especial, del cubismo sintético). Y todavía encontramos aquí, por más que en situación de "fuera de pantalla" vanguardista, a significativos representantes de una figuración de tono innovador -como la de los extraordinarios Solana y Arteta-, que a veces conectaba -así, en el caso de los bodegones de Santiago Pelegrín- con postulados del realismo mágico internacional, posexpresionista, que propugnaba el crítico alemán Franz Roh, que en 1927 tradujo Fernando Vela para su edición en "Revista de Occidente".
Pese al alto interés general de la propuesta, sobresalen en la exposición un puñado de piezas extraordinarias: el dibujo a lápices negro y de colores "Paisaje con esculturas" (desgraciadamente sin fechar), pieza emblemática del concepto telúrico, organicista y fantástico de Alberto Sánchez. La "Composición" (guache, de 1921 nada menos), que representa al Alberti primerizo, extraordinariamente dotado para la pintura, expresándose en un lenguaje de sintetismo extremado, próximo al simultaneísmo de R. Delaunay, reafirmando la hipótesis de un "art deco" español. El "Atleta" (tinta y acuarela, de 1930) de Ismael González de la Serna, estudio excelente del cuerpo humano, simultáneamente en movimiento y tensión, con una articulación de los volúmenes y con una organización anatómica que incumple gloriosamente todos los tópicos académicos. Una "Composición" escenográfica, magicista, fuertemente expresiva -casi brutalista-, de Esteban Francés (guache y tinta de 1944-45). La "Niñera" surrealista (ceras de colores) que en 1960 Picasso dedicó a Guillermo de Torre. Las eróticas "Cuatro figuras" (tinta de 1932) y "Doble figura" (tinta y lápices de 1934) de la etapa mejor de Benjamín Palencia. El pastel de "La comparsa" (1933), de entre los mejores "Carnavales" de Solana. En fin, el lápiz cezanneano de las luminosas "Bañistas" (procedente de la colección Verdegué Valdor), de Arteta, avisando sobre la viabilidad de una "tercera vía" que, renunciando a lo académico y a la vanguardia, propugnó una modernidad efectiva y no rupturista.