Exposiciones

Antúnez

10 octubre, 1999 02:00

Fundación Telefónica. Fuencarral, 3. Madrid. Hasta el 17 de noviembre

Haber sido miembro fundador del grupo "La Fura dels Baus", en 1979, y su director artístico durante una década, es una tarjeta de presentación que a primera vista asegura los intereses dramatúrgicos de Marcel·li Antunet (Barcelona, 1959), un artista multimedia que se sirve de la robótica, del vídeo, de la imagen digital, de su propia persona y de la intervención de los espectadores para la configuración de su trabajo.

"Epifanía", que, si no me equivoco, pues tan sólo me consta una participación suya en Festimad, en 1996, es su presentación individual en Madrid, muestra cuatro obras inéditas, realizadas con tecnologías interactivas y audiovisuales, que pretenden un recorrido desde lo orgánico animal a lo simbólico o mitológico humano. Lo más sugerente de la exposición, comisariada por Claudia Gianetti es, precisamente, la propuesta implícita en la misma, así como los estudios reunidos en el catálogo y los interrogantes, alternativas y caminos que sugieren como inevitables en las relaciones entre arte y tecnología en un futuro que está a la vuelta de la esquina.

Las instalaciones más potentes son, a mi juicio, el robot o exo-esqueleto neumático titulado "Requiem", que de ser ocupado por una persona viva lo convierte en autómata o androide y que guarda relación directa con la performance más brutal realizada hasta ahora por Antúnez, "Epizoo", en la que el propio artista era sometido al capricho de los espectadores, y el complejo programa informático activado por el contacto del visitante con unas esculturas, "Capricho", que genera la aparición de "los monstruos de la razón". "Agar" -el cultivo de cianobacterias y bacterias anaerobias en columnas de Winogradski, y de hongos en placas de Petri- y "Alfabeto" -una columna en la que se activan a traves del lenguaje no articulado diferentes estados de ánimo-, me resultan o ya conocidas o científicamente menos sorprendentes. En cualquier caso, cumplen satisfactoriamente la parábola mediante la que anuncian la fragilidad de la vida humana frente a la fortaleza de lo aparentemente invisible o la incapacidad última de comunicación entre los seres humanos.