Exposiciones

Julia Montilla, como gota de agua

17 octubre, 1999 02:00

Galería Toni Tàpies. Cosell de Cent, 282. Barcelona. Hasta el 13 de noviembre. De 190.000 a 390.000 pesetas

Esta exposición de Julia Montilla (Barcelona, 1970) que compagina escultura, fotografía y vídeo, se presenta como un itinerario a descubrir, algo así como una presentación, un nudo y desenlace que me propongo deshilvanar.

El punto de partida son unos hinchables que representan unas gotas blancas en el justo momento que revientan y se expanden en todas direcciones. Significativamente se titulan "Inspiraciones", inicio de la historia o de la diversidad de historias y personajes que pueblan el espacio expositivo. Posiblemente la idea de la gota o líquido como generadora de formas e imágenes provenga de sus últimos trabajos. En estos, el fondo -donde se forman las imágenes- se desdoblaba en una substancia líquida. A partir de aquí podemos interpretar estas gotas que abren la exposición como metáforas y como contenedoras del universo que se desparrama en la sala: unos objetos y personajes como embadurnados y atrapados por el blanco. Este material blanco les da la vida y la forma pero al mismo tiempo los atrapa y los petrifica. Las gotas blancas son metáforas de luz y de creación, pero a la vez hay un lado perverso; estas gotas pueden asumir otras significaciones negativas: la amenaza, la cosificación, el pus, la enfermedad.

¿Pero cuál es el mundo que contienen estas gotas? Julia Montilla trabaja en dos registros; por un lado, esculturas de pequeño formato y por otro, fotografías. Es el mismo mundo. Las fotografías son la réplica de las pequeñas figuras de escayola: personajes en un paisaje descontextualizado. ¿Y cual es la historia que interpretan? Se trata de una suerte de puesta en escena que me hace pensar en aquellos teatrines de cartón de cuando éramos niños, un espacio en que se hacen y deshacen multitud de historias. Hay un aspecto que actúa como un bajo continuo en toda la exposición: una suerte de ironía y ambigöedad. Las figurillas destilan una dimensión trágica: su desoladora ocupación del espacio, las prótesis que los sostienen, su petrificación que se expresa en una esfera inmovilizada, etcétera, pero al mismo tiempo hay una chispa de vida, una voluntad de juego, algo humano en ellas. Igualmente si inspiran la más sincera humanidad, hay una noción de absurdo y ridículo en sus historias y relaciones. Es la ternura, pero también la crueldad de su creadora.

El punto final es un vídeo -originalmente el montaje de la misma instalación- que quiere ser una reflexión sobre el significado de ser artista y de realizar exposiciones, tal vez una historia de creación paralela a la de los personajes blancos: la misma artista desdoblada, como una figurilla más.