Exposiciones

Imágenes de la violencia

31 octubre, 1999 02:00

Espai d"Art Contemporani de Castellón. Prim, s/n. Castellón. Hasta el 5 de diciembre

La segunda entrega del ciclo "Siete propuestas y un epílogo para el final del milenio" lleva por título "A sangre y fuego, Imágenes de la violencia en el arte contemporáneo". El proyecto, concebido por Juan Vicente Aliaga, pretende sondear las diferentes formas de violencia que envuelven los comportamientos sociales contemporáneos, a partir no sólo de su representación en el arte, sino también a través del debate de las ideas, proyectado por un programa de vídeos, conciertos, talleres y conferencias.

Se ha recurrido a la muestra de un variopinto catálogo de propuestas en el que está representado un amplio repertorio de artistas. Aunque centrada en obras producidas entre los años ochenta y noventa, la exposición "A sangre y fuego" cuenta con obras de artistas de generaciones distintas y problemáticas muy diversas. Sin entrar en la incertidumbre que a menudo ocasiona cualquier exposición colectiva que obedezca a los propósitos ilustradores o aclaratorios de un tema, en la que a menudo cabe cuestionar la lista de obras y artistas, hay que reconocer los atrevidos esfuerzos integradores del comisario, tanto como su oportuna determinación al plantear un tema tan privado de reflexión.

La violencia como conducta connatural al ser humano y a su condición animal, o más bien bestial, viene siendo representada por la historia del arte desde la cuevas de Altamira hasta Goya, avivada a lo largo de los siglos por toda una copiosa iconología cristiana. Es, sin embargo, en la sociedad contemporánea donde la violencia alcanza cuotas alarmantes, amplificada por los medios de comunicación y adoptada como un hábito, tanto en las prácticas más sofisticadas como en los usos domésticos. Sensibles a este problema, muchos artistas -de los que aquí se ofrece un condensado resumen- se han hecho eco de sus terribles efectos, especialmente en las últimas décadas al amparo de ciertas estrategias conceptuales.

Desentrañar las circunstancias que engendran la violencia ha sido una constante en la obra de Bruce Nauman, uno de los artistas fundamentales en el devenir del arte contemporáneo. Dos vídeo-instalaciones y dos esculturas de Nauman centran el tema, de entrada, desde una visión genérica. Ida Applebroog y Leon Golub atienden a los episodios domésticos de la violencia, figurando en sus telas situaciones en las que las armas evidencian su protagonismo. Por su parte, Juan Dávila, echando mano del barroquismo imaginero que caracteriza su obra, presenta una serie de lienzos delirantes en los que se dan cita todo tipo de visiones monstruosas, aderezadas por elementos simbólicos que reparan, como en un disparatado cómic, en las maniobras del poder. En su pintura, Simeón Sáiz Ruiz presenta una serie de desfiguraciones en las que se da testimonio del impacto visual de la guerra de Bosnia-Herzegovina, filtrada por los medios de comunicación. Nacy Spero, a base de collages e impresiones sobre papel, redunda en el carácter frágil de su obra para poner de manifiesto la precariedad de la situación de la mujer ante la violencia.

De otra parte, Zoe Leonard y Tracey Moffatt se sirven, respectivamente, de fotografías e impresiones offset para estampar la crueldad y la tortura. La brutalidad constituye la sinrazón que mueve las fotografías y vídeos de Georges-Tony Stoll, mientras desde una posición onírica William Kentridge anima en sus extraordinarias proyecciones el aislamiento y la incomunicación del ser humano. En definitiva, esta exposición presenta un heterogéneo puzzle de obras con las que se trata de hurgar, desde posiciones estéticas y conceptuales encontradas, en una problemática ante la que el espectador no puede quedar ajeno.