Exposiciones

Eulàlia Valldosera, espejo y deseo

19 marzo, 2000 01:00

Vista de la instalación "Still lfe", 2000

Galería Joan Prats. Rambla de Cataluña, 54. Madrid. Hasta el 15 de abril. De 425.000 a 3.000.000 pesetas

Valldosera expresa una idea antihumanística del cuerpo. Si el Renacimiento lo representaba como centro del Universo, la artista lo descompone, lo describe como contradicción y pérdida

La sala de exposiciones se ha transformado en una suerte de hogar o espacio doméstico. El espacio de la galería representa diferentes estancias de un habitáculo convencional que, a modo de escenografía, "acompaña" las fotografías de Eulàlia Valldosera. éstas se insertan entre los muebles y en los diferentes ambientes que representan la casa. El recorrido culmina en un ambiente que simula la habitación del bebé; este último espacio, punto focal de la exposición, consiste en una instalación, que la artistas presentó en la última edición de ARCO. Realizada con un ingenioso sistema de pequeños espejos giratorios y proyecciones de diapositivas que, reflejadas en los espejos, se proyectan en movimiento en las paredes de la habitación, modificando su tamaño según se van desplazando.

El montaje se complementa con una publicación que consiste en un intercambio epistolar (no sabemos si ficticio o real) entre la artista y una comisaria de exposiciones.

Estos textos son una radiografía de la exposición: se explican las motivaciones, los referentes, la historia, a la vez que se prefigura el proyecto y se reflexiona sobre la imagen y la condición de mujer. Habitualmente el creador deja que el espectador se aproxime a la obra por sí mismo. Sin embargo, aquí, al desvelarse el proceso de la exposición, se predetermina la lectura, parece como si la obra ya no hablara por sí misma sino a través del texto de la artista. A nosotros, al contrario, nos interesa especialmente aquello que no está escrito, aquello que escapa al texto.

En la exposición hay dos tipos de obra, por un lado las fotografías y por otro la instalación, la habitación del bebé a la que aludíamos. Según la artista, las fotografías corresponden a un mundo perceptivo anterior a su embarazo. Se trata de fotografías que representan un cuerpo femenino fragmentado, como descompuesto en pedazos, o como deshaciéndose y perdiendo su forma. Tal vez estas fotografías, sin la escenografía que las implica, tendrían más intensidad; pero la voluntad es que se manifiesten como una contradicción o un malestar en este simulacro de habitáculo, como si existiera una vida subterránea y oscura en lo cotidiano. Una hipótesis: Eulàlia Valldosera expresa una idea o una representación antihumanística del cuerpo. Si el Renacimiento representaba la figura humana como centro del Universo, la artista lo descompone, lo describe como contradicción y pérdida. En contraposición, parecería que la instalación del bebé sintoniza con su estado de "buena esperanza". Ante la instalación, alguien nos comentó que el juego de luces encantaba a los niños; se podría señalar, pues, que existe un mensaje de optimismo. Representaría algo así como un homenaje a la vida que Valldosera ha llevado en sus entrañas. Pero se trata del mismo discurso de la imagen fragmentada y en descomposición; además, con su desplazamiento y cambios de tamaño introduciría nuevas connotaciones de vértigo y pérdida de los puntos de referencia. El lenguaje habla a pesar de nosotros, los espejos también reflejan a pesar de ellos mismos; los deseos -y sus contradicciones- nos sobrepasan a pesar de nuestras buenas intenciones. Consciente o inconscientemente, este sentido de miedo, de vértigo, de descomposición, de muerte, está implícito en estas fotografías y sobre todo en la instalación. Y ello no quiere decir que no existan otras capas de sentido, incluso de una manera contradictoria, como una posible dimensión lúdica y poética, en la puesta en escena del fragmento.

Con motivo de la exposición se ha editado un librito, On mirrors, control and trust. Valldosera ha recogido y elaborado materiales de diferente procedencia sobre el tema del espejo. Es un libro de fragmentos, pero de una rara intensidad poética; el fragmento, como la poesía, es la chispa que provoca la iluminación. ¿Pero qué tiene que ver el espejo con la instalación que estamos comentando? El espejo es el centro de la intervención de Valldosera porque es el símbolo del deseo y el tema de la exposición no es otro que (nuestra) relación contradictoria con el deseo.