Impecable Edward Steichen
La Gran Guerra terminó definitivamente con eso. Steichen se incorporó al servicio de fotografía aérea del ejército americano, donde aprendió las virtudes de la precisión; desde entonces se disiparon en su obra las últimas brumas pictóricas, para dar paso a un estilo nítido y directo, muy Nueva Objetividad. Al mismo tiempo, apartándose del puritanismo de Stieglitz, Steichen entendió que la fotografía comercial podía crear su propia estética. En los años 20 y 30 trabajó para Vogue y Vanity Fair, y se convirtió en un cotizado retratista mundano.
En 1938, la fotografía comercial dejó de interesarle, y en la última etapa de su vida, entre 1947 y 1961, Steichen dirigiría el departamento de fotografía del MoMA, donde organizó decenas de exposiciones.
La muestra actual, integrada por más de 150 piezas procedentes del Museo Nacional de Historia y de Arte de Luxemburgo, nos presenta una antología de la obra de Steichen centrada en el retrato y dividida en secciones temáticas. Loados sean los hombres célebres es una amplia galería de efigies de políticos, financieros, escritores y artistas: por ejemplo, junto al perfil rembrandtiano de George Frederick Watts, encontramos un retrato casi mondrianesco de Luigi Pirandello. Bajo el rótulo Familia y amigos se reúnen fotos de los parientes de Steichen (pero también, inesperadamente, las fotografías de tipos humanos realizadas en México en 1938) y Sic transit agrupa a diversos personajes sociales o mundanos. Broadway y Hollywood recogen respectivamente las imágenes de actores de teatro (como John Barrymore en el papel de Hamlet) y de estrellas de cine (de Greta Garbo a Charlie Chaplin). Junto a estas secciones de retratos, La América soñada está dedicada a las fotografías publicitarias de los 30 (que a veces alcanzan cierta intensidad surreal, como esas manos que bordan en el anuncio de la loción Jergens y que evocan ciertos planos de Buñuel). Bajo el título Lugares encantados hallamos las piezas tempranas de gusto pictorialista, algunas tan famosas como el Balzac de Rodin a la luz de la luna, o Isadora Duncan danzando en el Partenón. Y en fin, Naturaleza yuxtapone paisajes y bodegones de la primera y la última etapa, con reveladoras coincidencias. Por otra parte, la mezcla de distintas épocas a lo largo de la exposición no siempre resulta tan afortunada; a veces induce a la confusión. Sobre todo porque en muchas de las cartelas falta toda indicación de fecha (por no hablar de otros detalles técnicos). Como no se ha publicado catálogo y el texto del tríptico es un mero resumen de la vida de Steichen resulta que casi todo en esta exposición tiene el aire de algo improvisado.