Pulcro Manuel Saéz
Sin título, 1989-90
Organizada por la Dirección General de Promoción Cultural y Patrimonio Artístico de la Generalitat Valenciana, recala en el Centro del Carmen del IVAM la exposición dedicada al pintor Manuel Sáez, tras su paso por el Museo de Arte Contemporáneo de El País (Montevideo) y el Museo Rufino Tamayo (México D.F.). En ella, un centenar de cuadros de pequeño y mediano formato, junto a otras tantas acuarelas y dibujos, hacen repaso de una producción pictórica que abarca desde 1984 hasta 2000. Ordenadas según un recorrido cronológico, que apenas sí deja un respiro, las obras se suceden obedeciendo a un trazado lineal que, por momentos, resulta monótono. Si bien esta concepción del montaje permite seguir, al pie de la pintura, la evolución de la obra expuesta, la ausencia de ritmo, sólo rota por la brillante actuación de algunos cuadros, desmerece, en parte, los logros de un esfuerzo de síntesis como el planteado en esta retrospectiva.De otra parte, la infeliz coincidencia de esta exposición con la dedicada a Michael Craig-Martin en una sala continua, atenúa desafortunadamente el interés de la obra de Manuel Sáez. Y es que la inteligente y brillante intervención del artista inglés, coincidente en algunos aspectos con Manuel Sáez, eclipsa con muy pocos medios todo el despliegue pictórico de éste. No obstante, haciendo un esfuerzo de barrido visual, el espectador tiene la opción de adentrarse paulatinamente en el microcosmos pictórico propuesto por la exposición. En ella, se advierte la presencia de un pintor hábil en la técnica y sutil manipulador de las imágenes. Desde las primeras obras fechadas a mediados de los años ochenta hasta su producción última, Manuel Sáez demuestra dotes técnicas sobradas. Pulcro en el manejo del color y minucioso en la captación de las formas, a veces demasiado constreñidas en cuadros de tan pequeño formato, administra la pintura con un rigor asombroso.
En sus acrílicos y acuarelas, Sáez ha ido dando entrada, desde el inicio de su trayectoria, a la representación de todo tipo de objetos. Combinados, al principio, en insólitos ensamblajes en los que se evidencia su reojo surrealista, cuando no popero, estos objetos van ganando, con el tiempo, en autonomía, hasta alcanzar en sus últimas obras una inquietante libertad visual. De este modo, desde los juegos combinatorios magrittianos hasta los acoplamientos warholianos, su obra ha corrido pareja a la de aquellos artistas que vieron en la pintura una vía de actuaciones que ha permitido reinventar la realidad. Echando mano de una apagada gama cromática en los inicios, va progresivamente dejando intervenir al color hasta llegar a una saturación cegadora en sus últimas obras. Del mismo modo, concibe una figuración que, si bien la define perfectamente respaldada por el color al principio, gradualmente va encubriéndola en superficies monocromas, provocando sutiles juegos visuales. De esta forma, las paradojas conceptuales se suceden, enlazando unas representaciones y otras en ingeniosas composiciones en las que se pone a prueba la percepción del espectador. Surge entonces el humor y la poesía, y toda suerte de evocaciones que no hacen sino aligerar el peso de la realidad más inmediata.