Cámaras persas
Shadi Ghadirian: sin título, 1998
Cuando su marido sale de casa, la mujer aprovecha para fumar a hurtadillas en el nanghile. Isabelle Eshraghi fotografía ese momento de placer, el de la calada clandestina de la mujer en su propio hogar. Eshraghi es una de los cuatro fotógrafos persas que se presentan en esta exposición estupenda. En Irán, país cuya fotogenia es casi desconocida, la cámara fotográfica no es un bien desdeñado. Sólo en Teherán se matriculan anualmente 1.500 alumnos para estudiar fotografía. También se publican dos revistas especializadas y se celebra una importante bienal, que dirige este año Seifollah Samadian, autoridad en la fotografía y autor que no está entre los cuatro de Irán. Recorridos cruzados. Aquí hay otra gente: junto a Eshraghi, Shadi Ghadirian, Malekeh Nayini y Shirana Shahbazi. Estos tres últimos hacen fotografías paródicas, siempre tomando por asunto la fricción entre los estereotipos occidentales e iraníes. Ghadirian logra iconos de enorme efectividad, al realizar retratos completamente sometidos al decoroso cliché del Oriente islámico, pero introduciendo atributos extraños a su cultura. Entre las manos de la persona retratada podrá haber, por ejemplo, una lata de Pepsi. En una de sus imágenes dos mujeres con el cuerpo y el rostro completamente cubiertos sostienen un espejo en el que se reflejan las estanterías de una biblioteca.Pero son las fotografías de Eshraghi las que nos tienden el visado para la visita más intensa a ese lugar que produce más fascinación, cuanto mayor sea su cercanía. Casi todas sus fotos presentan mujeres de Ispahán, su ciudad de origen, de la que se fue cuando tenía tres años, y a la que vuelve con treinta y cinco, y nosotros con ella, en un viaje emocionante y revelador. La canción popular, ilustrada en una de sus instantáneas que representa un grupo de mujeres en un paseo ocioso, dice: "Me gustaría mucho volver a Ispahán, volver una vez más a esa mitad del mundo". Ese es el gran logro de las imágenes de Eshraghi, dar cuenta de la fisonomía de una mitad del mundo a través de rostros y ambientes que expresan la alegría, el ensimismamiento, la vida oculta que desconocía la otra mitad. Sus protagonistas son las mujeres, que nos descubren lo que antes ocultaban, que transgreden sus propias reglas de decoro para dejar ver la soberanía de su humanidad, y para hacernos ver lo que estuvimos a punto de ignorar sobre la nuestra.