Image: Vicente Rojo

Image: Vicente Rojo

Exposiciones

Vicente Rojo

10 octubre, 2001 02:00

Jardín cerrado 4, 2000

Artur Ramon. Palla, 10. Barcelona. Hasta el 3 de noviembre. Precio único: 375.000 ptas.

Vicente Rojo presenta una serie titulada: Escenarios 35 x 35 x 35, esto es treinta y cinco piezas de pequeño formato, de treinta y cinco por treinta y cinco centímetros. Es algo así como un mosaico de miniaturas con todas sus connotaciones de microuniverso, objeto precioso, juego... Es también la idea de variación musical en que una misma frase o motivo se va repitiendo con múltiples variantes porque en esta serie existe un solo y único tema. Puede que en una primera impresión ante estas piezas, se piense en la ciudad, en el jardín, en el teatrín de cartón o en aquellos juegos infantiles de piezas de madera. Todo esto es cierto, pero hay algo más; en realidad el tema de la serie no es otro que el del deseo y sus contradicciones. Estas ciudades son en realidad las ciudades del deseo, sus jardines son una imagen del jardín de las delicias, sus alusiones a teatrines y juegos infantiles, una representación de la nostalgia. En fin, toda esta serie posee una dimensión simbólica. ¿Cómo podemos interpretar sino la constante reiteración de torres y esferas?

¿Acaso estas torres no son signos fálicos que dialogan con esferas en diferentes contextos o escenarios?

Para mí las arquitecturas de Vicente Rojo son formas metafóricas. También en un primer momento la serie podría asimilarse a una estética "postmodern" o lúdica, y sin embargo Rojo nos presenta una imagen ambigua del deseo, entre la complejidad y la contradicción. Existe una tensión, un dramatismo que se expresa de diferentes modos y no sólo por el particular diálogo entre obeliscos o figuras esféricas. Obsérvese que los escenarios donde palpita el deseo, son arquitecturas intencionadamente desequilibradas jugando con falsas perspectivas o con efectos que, geométricamente posibles, son inverosímiles. Igualmente el contraste de líneas y planos motiva un efecto de vibración o inestabilidad óptica, próximo a los recursos utilizados por el arte cinético. O que el color -muy cuidado- está como amortiguado.

Todo ello conduce no a una expresión racional, nítida y transparente, sino a una imagen tremendamente compleja y equívoca, símbolo igualmente de la ambigöedad del deseo. Más aún, cuando puntualmente -tan sólo en algunas piezas- Vicente Rojo introduce una especie de manchas o salpica gotas de metal sobre la pintura como si la lastimara. Este es el lenguaje y la perversidad del deseo.