Mujeres impresionistas
B. Morisot: El Lilo de Maurecourt, 1874
Como complemento del arranque de su nueva etapa, el Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta Mujeres impresionistas. Una muestra que aborda la obra de cuatro artistas, Mary Cassatt (1844-1926), Marie Bracquemond (1840-1916), Eva Gonzalès (1849-1883) y Berthe Morisot (1841-1895) que tejieron su vida y su creación artística a la sombra de los círculos impresionistas de la que entonces era capital del arte occidental, París. Las cuatro se relacionaron con las figuras más consagradas de dicho movimiento y fueron asiduas a los círculos sociales que frecuentan los pintores.El arranque de la exposición es Mujer sentada con un niño en sus brazos (h. 1890), de Cassatt, alrededor del cual se han agrupado setenta obras de cuatro pintoras que testimonian la condición de la mujer y, más aún, de la mujer artista en la segunda mitad del XIX. "Encantadoras", el adjetivo que Manet dedica a las hermanas Morisot puede darnos una idea de esa consideración. Berthe Morisot posó para algunos de los cuadros de Manet, al igual que Eva Gonzalès, quien además fue alumna suya. Pero, Eva es una excepción en el grupo. Las otras tres pintoras son autodidactas en un ámbito reservado al mundo masculino. Las pintoras encuentran dificultades tanto para lograr el reconocimiento de la crítica y ser admitidas en los salones, como para tratar determinados temas. Las limitaciones de movimiento que una dama tenía en el espacio público hacía muy difícil para ellas, por ejemplo, dedicar su tiempo a pintar un paisaje del natural. Pero en el caso de Marie Bracquemond, fue la oposición de su marido, grabador, a que siguiera el estilo impresionista el principal impedimento. Acabó abandonando la pintura.
Las cuatro artistas supieron convertir estas limitaciones en ventajas. Su estilo se ve libre del peso del academicismo y su mirada se dirige hacia un ámbito del que los pintores están excluidos: el de lo privado. Si el de los hombres del impresionismo es el espacio público, el de las cuatro pintoras aquí reunidas es el privado. De ahí que una de las características comunes a las pinturas de la exposición sea la construcción de un modelo de observador, implícito a ellas, totalmente distinto del de sus colegas masculinos. Se trata de alguien autorizado a penetrar en el espacio doméstico, autorizado a ver, como ocurre en El despertar (1877-78) de Eva Gonzalès. Sólo en el cuadro Mujer con collar de perlas en un palco (1879), de la norteamericana, vemos a la protagonista expuesta a la mirada de un observador público.
Es de destacar también la serie de dibujos de inspiración orientalista de Mary Cassatt. La pintura japonesa fue uno de los grandes descubrimientos de la época y ejerció una fuerte influencia en pintores como Van Gogh. Cassatt construye una serie de grabados realizados con punta seca en los que retrata distintas escenas de la vida cotidiana.