Roger Ackling
Voewood, 2001
El escultor Roger Ackling camina por las afueras de la ciudad cuando descubre un pequeño pedazo de madera, vieja, lavada por el tiempo, que una vez fuera parte de quién sabe qué. Mira sus vetas, casi borradas por la intemperie, los cinco clavos oxidados que descuellan en distintos lugares de su superficie. Se extasía mirando aquello, se pierde allá como si caminara por un vasto y desconocido paisaje. Al volver en sí, toma su lupa orientándola para que concentre un rayo de sol en la madera. Quemándola, cosiendo con el sol, da lugar a líneas que luego forman áreas bien delimitadas con alguna de las formas simples con las que el hombre viene cubriendo piel, adornos, vestidos o armas desde el principio. ¿Historia, reciclaje, magia, fetichismo, sencillez minimal, arte pobre, artesanía, primitivismo, miniatura, vanguardia? Lo único cierto es que Ackling esculpe sus hechizos.