Image: Richard Tuttle, en la espiral de la energía

Image: Richard Tuttle, en la espiral de la energía

Exposiciones

Richard Tuttle, en la espiral de la energía

31 julio, 2002 02:00

Alfabeto azul/rojo: l, 2001

CGAC. Valle Inclán, s/n. Santiago de Compostela . Museo Serralves. Joâo de Castro, 210. Oporto. Hasta fin de septiembre

Richard Tuttle desabriga la imagen, la desnuda. En cierto modo diría que rechaza lo seguro, lo conocido. Por eso en un proyecto como el que preparó para Santiago de Compostela se acoge a ese clima de espiritualidad que domina la historia de la ciudad; espiritualidad como modelo abierto, como incógnita, como imaginación. Y toda esta suerte de platonismo deviene en el más puro romanticismo cuando recoge la historia de amor entre un industrial portugués y su esposa francesa que dio origen a la casa y jardines que hoy acogen el Museo Serralves de Oporto para idear su proyecto para ese espacio. Y digo desabriga no sólo en referencia a la sencillez casi infantil que caracteriza formalmente a sus trabajos, sino porque Tuttle siempre trata de descubrir o destapar la memoria casi borrada por el tiempo, la personalidad de lo vivido. Así, vemos fragmentos donde concibe realidades más grandes, poderosos océanos que no llegamos a alcanzar con nuestra mirada. En Serralves es una sola pieza en forma de serpiente que comunica las habitaciones de la casa y a ésta con el exterior; en el CGAC todo fluye a través de una espiral que, al contrario, procede del exterior para morir en la quinta de las piezas, Center and point, que semeja absorber toda la energía en los reflejos que nacen de los espejos que la conforman; verticalidad, energía, misticismo...

Richard Tuttle es de esos artistas que sugieren por defecto, oponiéndose a la cada vez más extendida y excedida forma de consumir imágenes que condiciona agudamente nuestra manera de leerlas y posteriormente de digerirlas. Pienso ahora en unas palabras de Christopher Rothko, hijo del conocido pintor Mark Rothko, que estima que el problema radica en que en la sociedad actual "cada vez se valora menos la emoción y más la ciencia, menos la experiencia personal y más la tecnología. Es algo que veo a menudo porque soy psicólogo y muchos pacientes ahora no quieren hablar, sólo piden píldoras. Todo esto hace que cada vez sea más difícil entender el espíritu de las obras de mi padre". Lo mismo sucede con Tuttle, porque la suya es una escritura incómoda, un lenguaje que exige un esfuerzo interpretativo que se aleje de la contemplación irreflexiva. Lo intuimos en el ininteligible alfabeto de glifos o letras inventadas que integran la pared, y los números y letras sí identificables escritos a lápiz que las completan, a modo de injertos derridianos, de continuidades también en espiral. De la pieza físicamente más notable al pensamiento o anotación más nimia, pensemos en las habitaciones de la casa de Serralves, fragmentos de un todo un tanto ambiguo. Quizás esta suerte de energía en espiral explique su tono fatalista cuando afirma creer "que todo está escrito en el cielo, creo que sólo tenemos que hacer aquello que está escrito. Cuando hago una obra creo que estoy haciendo algo que ya estaba hecho. Si hay algo de místico en esta exposición, es porque eso ya está ahí, no porque yo lo haya traído".

En las obras de Tuttle, la pared acaba por cobrar un papel protagonista; el espacio, natural o construido, es integrado. Se entiende entonces su interés por llevar sus particulares versiones de libros de artista al espacio expositivo, por fusionar el lenguaje y lo visual, el libro como dibujo, pintura, escultura, en definitiva, como objeto. Sus piezas, frágiles, alcanzan una fuerza inusual gracias a un juego de equilibrios; excelente es el ejemplo de las acertadas tensiones cromáticas y volumétricas que logra en Replace. Luces, sombras y emociones que rehuyen del impacto visual en favor de la degustación jerarquizada, de la experiencia personal. De la energía capaz de unir dos exposiciones como cENTER y Memento que fluyen paralelas, si bien resultan complementarias.