Ingerir, digerir, comunicar
Victor Grippo: Analogía I (2º versión), 1977
Banquete no es una exposición de arte. Es algo más amplio, más ambicioso, que integra también sin embargo una exposición de arte. Se trata de un proyecto que hace converger las intervenciones de científicos, artistas plásticos, especialistas en teoría de la comunicación y en cultura digital, y activistas sociales en torno a una idea: banquete, que se aplica en un sentido global a todos los procesos de flujo vital, desde el nivel micro de las instancias celulares al plano macro del planeta en su conjunto. Un proyecto que, después de su presentación en el ZKM de Karlsruhe (Alemania) y en el Palau de la Virreina, de Barcelona, llega ahora a Madrid.Evidentemente, ambicioso como es, y como puede ya apreciarse por las líneas anteriores que intentan sintetizar sus objetivos, Banquete debe ser entendido ante todo como una propuesta abierta, como un espacio de articulación plástica e intelectual de imágenes artísticas y modelos científicos de interpretación de lo que es la vida en todos sus planos. Una propuesta que, además de las obras que integran la exposición, se completa con una serie de acciones, talleres, debates, encuentros y simposios, que se irán sucediendo a lo largo de casi dos meses. Además de los espacios interactivos integrados por un estudio de televisión abierta (¿qué haría usted si dejaran una televisión en sus manos?) y la página web -www.banquete.org-, que permite distintos tipos de acceso e intervención.
Los directores del proyecto, Karin Ohlenschläger y Luis Rico, sitúan como núcleo conceptual del mismo la distinción del pensador social Manuel Castells entre la contigöidad física y la dimensión local de las civilizaciones durante milenios y el carácter actual de nuestras sociedades, conectadas a distancia, y procesando un incesante flujo de datos, mercancías y capitales a escala global, expresión a su vez de los procesos que dominan nuestra vida económica, política y simbólica, precisamente para plantear con Banquete una reflexión crítica sobre las estructuras de la condición humana contemporánea.
Así que una primera conclusión puede ya establecerse: en Banquete confluye el eco de lo que se ha llamado pensamiento de lo complejo como línea metodológica de análisis de la vida, en todos sus planos, y de la configuración social, en todos sus estratos. Que nadie espere encontrar una exposición de carácter objetual, ni obras para la contemplación estética. Todas las propuestas, incluso las obras plásticas, se presentan como soportes de flujos conceptuales y sensibles de transmisión de información, información que pretende ser crítica. Y con ello se hace evidente el desplazamiento desde la cada vez más obsoleta categoría estética de la contemplación a la también cada vez más vigente de interacción: el espectador, el público, es parte constitutiva de lo que se pretende decir y hacer. En este sentido, debo decir que el aspecto que menos me ha convencido es el montaje, probablemente muy condicionado por los espacios del Conde Duque, pero que en todo caso resulta demasiado desarticulado, y mucho más teniendo en cuenta la complejidad del proyecto.
Además de las propuestas del Patio: la Cocina del futuro, de Andreas Wegner, y Panlingua, de Miralda, la exposición está organizada en cuatro secciones: Micro-Macro, (In)comunicación, Patologías cotidianas y Procesos emergentes, que agrupan un conjunto de piezas que van desde los años setenta hasta el momento actual. En general, la selección es muy buena, con obras destacables por su significado ya histórico, del argentino Víctor Grippo, del alemán Ingo Gönther, del chileno Juan Downey, de Joseph Beuys, de Douglas Davis, Nan June Paik y Charlotte Moorman (en su época de Fluxus), o Gordon Matta Clark. Con otras, de artistas de reconocida trayectoria, como Marina Abramovic, Damien Hirst, los españoles Concha Jerez y José Iges, William Kentridge, o el mexicano César Martínez. Y también otras más recientes: una inquietante caja de luz de Marina Núñez, la instalación de Marta de Gonzalo y Publio Pérez Prieto, o propuestas de dos de los colectivos artísticos más interesantes en los ámbitos de las intervenciones urbanas: los holandeses del Atelier van Lieshout, y de las obras digitales: Knowbotic Research. Sin olvidar, por último, en esta pequeña llamada de atención que no puede ser exhaustiva, la sugestiva instalación interactiva Ecolocación algorítmica (2003), coordinada por el biólogo Ramón Guardans, concebida como un microscopio del tiempo, y de una gran belleza tanto plástica como intelectual.