Ilustrando la vida moderna
Juan Gris y la prensa (1904-1912)
13 noviembre, 2003 01:00Dibujo original aparecido en la portada de Alegría, 1 de mayo de 1907
Afirmaba Juan Gris: "Cézanne hacía de una botella un cilindro, yo hago de un cilindro una botella". Uno de los grandes protagonistas de los años heroicos de la vanguardia artística, Gris, supo siempre, en efecto, introducir en el tratamiento geométrico de figuras y objetos una dimensión vital, a la que llegaba sobre todo por la fuerza extraordinaria de sus composiciones y el uso intenso del color. El atrevimiento en la representación dialoga en sus obras con la voluntad de servir de cauce de expresión a los nuevos aspectos, veloces y entrecortados, de la vida moderna.Esa voluntad de síntesis de arte y vida puede rastrearse en la importante y continuada actividad como ilustrador gráfico que Gris desarrolló. Podría pensarse que se trata, ante todo, de un trabajo para ganarse la vida y antes de alcanzar un status de artista, de pintor. Y sin duda, así es, pues precisamente en 1912 tiene lugar su primera exposición pública, que le llevaría en un breve e intenso periodo de apenas quince años a convertirse en una de las figuras más importantes del arte del siglo veinte.
Creo, sin embargo, que hay que darle un mayor alcance a una tarea que actúa como una especie de laboratorio, de espacio fértil de experimentación, de juego con el dibujo y la capacidad de observación de los rasgos de los nuevos tiempos, algo que Gris volcaría después en la obra artística. En realidad, las revistas ilustradas de la época deben ser entendidas como una manifestación incipiente del horizonte multimedia que entonces estaba abriéndose para las artes, y que se iría profundizando cada vez más hasta nuestros días. Son soportes, sobre papel pero en una escala de reproducción múltiple, en los que el artista se ve obligado a confrontarse por vez primera de forma directa con los espacios estéticos de la comunicación de masas y la publicidad.
Todas estas cuestiones permiten entender el interés de la exposición documental que se presenta en el Reina Sofía que, sin embargo, resulta en mi opinión bastante fallida. La muestra recoge unos noventa dibujos originales, junto con ejemplares de las publicaciones para las que iban destinadas, y un abundante material documental. En los dibujos hay de todo: algunos son excelentes, otros claramente circunstanciales, e incluso no deja de haber alguno manifiestamente torpe. Problemas de la exhaustividad, que si puede ser exigible en la investigación académica, no siempre es buena en la presentación pública de los artistas.
Pero lo que me parece peor es el montaje, frío y aburrido, de la muestra. Se echan de menos indicaciones, no de carácter cronológico o bibliográfico, que permitan al público comprender con claridad el rango y la relevancia de lo que se expone. El diseño del espacio es de una torpeza manifiesta, y por si fuera poco, los muebles y las vitrinas de exposición son feos e inadecuados. Con lo que uno acaba teniendo la sensación de estar en una especie de cuarto oscuro de una escuela sombría de otros tiempos, en lugar de en las salas de un museo del siglo veintiuno.