Fernando Casás en defensa de la naturaleza
Paisaje de Marte/Océano, 2003. Al fondo, Ashé III, 1992
Gallego durante muchos años desplazado a Brasil, Fernando Casás (Gondomar, Pontevedra, 1946) ha desarrollado desde los inicios de los setenta una obra admirable de diálogo y contraste con la naturaleza. Con toda seguridad, la experiencia de esa naturaleza ubérrima de los trópicos, que conoció en tierras brasileñas, está en el origen de un planteamiento artístico que busca poner de manifiesto la belleza espontánea de lo natural y el cerco destructivo, depredatorio, a la que la somete el ser humano.Ese aspecto se hace explícito en el título de la muestra, Arqueología del no-lugar, con el que Casás pretende aludir a la progresiva desaparición de la naturaleza, para él hoy ya casi inexistente. La muestra intenta dar una síntesis de su trayectoria, desde las fotografías en blanco y negro de patatas convertidas en extraños asteroides (1970), o las que documentan acciones en la Amazonía (1971), hasta su última producción: El inconsciente como viajero (2004), sugestiva instalación en la que una lámina rectangular con polvo de fósforo queda suspendida en el vacío de la cámara oscura, vestigio remoto de un mundo de vida primigenia que aún habita en los estratos más profundos de nuestro psiquismo.
Casás hace hablar plásticamente a los propios elementos, o más bien, fragmentos, de la naturaleza, construyendo hermosas alineaciones minimalistas con cortezas de árboles. Desvelando las extrañas construcciones interiores de los nidos de termitas, estableciendo en este caso un paralelo de gran alcance poético entre la acción de éstas y el trabajo de los artistas. O mostrando en un pequeño trozo de madera, previamente comido por las termitas, un hilo de mercurio que fluidamente ocupa los surcos abiertos por éstas.
Pero sus obras responden también, críticamente, a esa nostalgia interior por la naturaleza perdida, por ejemplo en el catálogo de plantas dañadas o desaparecidas, sobre láminas de poliéster, que introduce un registro insólito de la memoria en 1992, el año del Quinto Centenario. O en las piezas, excelentes, de papel tintado en diversas tonalidades de rojo sobre negro, que nos llevan a sentir la violencia, el dolor, casi podríamos decir, de la naturaleza.
Lo que emerge en la rica e incitante obra de Casás no es sólo una posición ecologista, sino la idea de otra historia, título de una de sus piezas: una forma diferente de sentir y concebir la integración de las culturas humanas en la vastedad del cosmos, cuyo núcleo fundamental, cuya ética, habría de regirse como principio por la defensa de la naturaleza.