Image: Guerra “abierta”, una estética sin compromiso

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Exposiciones

Guerra “abierta”, una estética sin compromiso

En guerra

20 mayo, 2004 02:00

H. Huet: Vietnam , 1968

CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 26 de septiembre

Extraña. ésta es una exposición extraña. Sin duda es una gran exhibición, por la cantidad y por el interés de las piezas y documentos, pero me ha dejado perplejo. En guerra se presenta como una lectura cultural del hecho de la guerra, esto es, representaciones, símbolos, rituales, documentación, memoria, relatos, etc. Sin embargo, según los comisarios, en ella no se trata de estar a favor o en contra de la guerra, ni de condenar a verdugos o señalar víctimas, ni de aplaudir guerras nobles o tachar las injustas... Esta exposición decepcionará a los pacifistas, pero tampoco gustará a los entusiastas del coleccionismo militar porque no hay una toma de posición. Aquí la guerra se percibe como una formulación cultural y no como un problema moral.

Esta "diversidad de facetas" sin toma de partido me sugiere la idea de caleidoscopio, y quien dice caleidoscopio dice acumulación de objetos que adquieren diferentes configuraciones. La exposición no posee tesis. Y si existe es débil. Según los comisarios -Antonio Monegal, Francesc Torres y José Mª Ridao- la guerra es inherente a la civilización y a partir de esta idea elemental como punto de partida se articula el itinerario. Yo no sé si a este planteamiento se le puede llamar tesis. Entonces, ¿qué es lo que aporta la exposición? En pleno montaje, me comentaba uno de los comisarios que cada espectador haría su propia lectura, según su manera de ver y situarse ante el fenómeno de la guerra... Y eso es así porque la exposición no toma partido.

Yo no sé si el comisario se percataba de que estaba aplicando a la exposición el principio de "obra abierta", muy al uso de los manuales de arte, para calificar precisamente la ambigöedad de significados. La obra abierta es aquella susceptible a diversidad de lecturas. Y ésta, amoral o no, es la aportación de la exposición. No hay demasiada diferencia entre una exposición de pintura y ésta que trata de la guerra, porque el espectador se sitúa en una posición de percepción estética. ¡Que el lector me perdone pero me parece que la guerra -y el terrorismo que, por cierto, no se menciona en la muestra- implica un posicionamiento, un posicionamiento cultural y político!

Se exhiben piezas de alto valor emotivo y simbólico. Cito a título de ejemplo: un altar de campaña de la Primera Guerra Mundial, el casco con una perforación del poeta Apollinarire, rosarios realizados con metralla por los soldados en el frente, estandartes nazis y objetos personales de Hitler que las tropas soviéticas encontraron en el despacho del dictador, el último parte de la Guerra Civil española, utillaje de los soldados que combatieron en el frente de Aragón y que son rescatados por coleccionistas locales como si se trataran de objetos de arqueología, etc. Este tipo de material se exhibe -decía- junto a obras de grandes artistas o de artistas anónimos rigurosamente seleccionadas. Se trata de artefactos de tanta fuerza emocional que nadie puede dejar de sentirse afectado. Pero son objetos fetiches que situados en este contexto inspiran una lectura estética o una lectura sentimental. Cuando estamos implicados en una guerra, creo que la actitud tendría que ser otra, una lectura moral que confrontara posiciones, porque existe una reflexión muy profunda sobre la necesidad de la guerra, como también existen otras igualmente serias en su contra.

Yo no sé si ahora es posible hacer una exposición "abierta" sobre la guerra. Hacerla implica una noción estética, esto es, una suerte de ensoñación de los objetos, como si se les atribuyera un halo de misterio. Aquellos estandartes nazis -y por extensión los otros objetos- que comentaba antes no explican nada, son una invitación a la fantasía. Exhibirlos, situarlos en el contexto de la exposición, es transformarlos en objetos de fascinación. Lo que pasa es que la muestra consiste simplemente en eso, en una suerte de erotismo: los objetos son engullidos por la distancia de la percepción estética.

Yo supongo que me siento culpable por haberme sentido seducido por la exposición, más concretamente por su vacío. Los objetos exhibidos son tan potentes que te agarran. Otra cosa es preguntarse, más allá del sentimentalismo, qué significan. No hace mucho en el mismo centro se presentó una exhibición, Cultura basura, en la que se proponía un modelo de percepción inspirado en comportamientos surrea- listas. Estos acudían a las sesiones de cine ya iniciadas para salirse a los cinco minutos. Con ello se reivindicaba el fragmento descontextualizado, fuera de toda lógica argumental, como algo maravilloso: este segmento inconexo e independiente suscitaba la especulación y la imaginación. Pero, claro, esto es algo opuesto al conocimiento, la comprensión y el debate. éste es el modelo que se nos propone en En guerra, una cultura "surrealizada".