Image: Tiepolo y la comedia social

Image: Tiepolo y la comedia social

Exposiciones

Tiepolo y la comedia social

23 septiembre, 2004 02:00

Giandomenico Tiepolo: El sacamuelas. Museo del Louvre, París (Fundación Cini)

Fundación Cini. Isla de San Giorgio Maggiore. Ca" Rezzonico. Dorsoduro 3136. Venecia. Hasta principios de diciembre

La ocasión redonda y recurrente de un bicentenario ha servido de excusa para desvincular a Giandomenico Tiepolo (1727-1804 ) de la ubicua figura paterna, Gianbattista (1696-1770). Es casi imposible reconocer la mano del uno y del otro en las obras comunes -incluidos los frescos del Palacio Real de Madrid-, pero los museos de Venecia -Ca’Rezzonico y Fundación Cini- han organizado una exposición a tres bandas para profundizar en la trayectoria solitaria (y visionaria) del hijo prodigio. Partiendo de la muerte del patriarca y recalando en los años solitarios que Giandomenico transcurrió en Villa Zianigo, exactamente igual que hizo Goya en el exilio interior de la "Quinta".

La comparación viene a cuento porque Tiepolo fue en cierto modo un precursor del viaje a la oscuridad y porque tuvo el valor de empuñar el pincel mientras se desvanecía la cultura rococó. Estaba solo, vivía solo y pintaba para sí mismo. Casi siempre inspirándose en la guía espiritual de Pulcinella, cuyos sombrero apuntado y joroba enmascaran a un testigo guiñolesco de la Venecia que se hunde. Giandomenico la retrata con matices grotescos y macabros en los dibujos que ha reunido la Fundación Cini. De ahí que la comparación goyesca traiga a la memoria la estampa de disparates o caprichos. Y es que Tiepolo se burla de los ideales de la revolución, caricaturiza la sociedad veneciana con amargura, incluso dibuja un pedestal funerario dedicado "al porvenir de las generaciones venideras".

El pesimismo de Tiepolo, trasunto pictórico de una comedia social, avanza en el seno de una colección de dibujos expuestos en penumbra y reunidos cronológicamente para subrayar el viaje hacia la oscuridad. Pulcinella está presente en casi todos y aparece representado con trazos compulsivos, aunque los personajes que le rodean parecen no advertir su presencia ni parecen darse cuenta de su propio desvaneciemiento. Son caricaturas. Muchas de ellas heredadas de la mano paterna y convertidas en el estereotipo de la fauna humana : el gordo, el flaco, el cura irreverente, el actor histriónico, la meretriz, el corrupto...
Nada que ver con el triunfo del amor ni con las referencias mitológicas que Giandomenico y su padre pintaron en el primer piso del Palacio Ca’Rezzonico. En el segundo, como una abjuración, respiran los frescos alucinantes que ocuparon las paredes de Villa Zianigo y que representan la prueba definitiva de una ruptura pictórica entre el padre y el hijo. Fueron instalados en el año 2000 después de un laborioso trabajo de restauración y sirven ahora para entender muchas de las claves que Tiepolo había imprimido en los dibujos de la crónica pesimista.

Basta asomarse a El mundo nuevo, sobrenombre de un fresco inquietante que sorprende porque los personajes están de espaldas y miran no se sabe hacia dónde. Es un retrato al revés, como si Tiepolo quisiera burlarse de la sociedad burguesa. Mejor dicho, a las espaldas de ella y en soledad. "La sociedad rococó pedía al arte que se convirtiera en un espejo donde autocomplacerse y Giandomenico pone el espejo, pero la mirada solitaria del artista representa ahora una humanidad espectral, hueca, que se despide de sí misma", escribía Adriano Mariuz, el desaparecido especialista de Tiepolo.

En este contexto espectral se explican las imágenes que parió el artista ocultándose en su "quinta" de Zianigo. Primero con la sala de los sátiros. Después, y a modo de delirio, la estancia de los pulcinellas: unos bailan de la mano de los perros, otros jalean a un burro. Las criaturas fueron concebidas hacia 1797 y señalan el camino de la despedida de Giandomenico. Hasta el extremo de que el pintor veneciano parece identificarse con los pulcinellas, o con su escepticismo o con su máscara. Y es quizá aquí donde pierde toda su fuerza la comparación recurrente de Goya. Porque el pintor español no se puso una máscara, se despojo de ella. Tiepolo pintó el fusilamiento virtual de Pulcinella. Goya lo hizo sobre los cadáveres del 3 de mayo.