Verbis, verdades con vocación de pintura
El ojo desnudo
7 octubre, 2004 02:00La jaula del grito, 2004. Mural en la Galería Max Estrella
Hace ahora algo más de tres años presentaba, Daniel Verbis (León, 1968), en esta misma galería, el inicio de la que ha sido si no la etapa más programática y teórica de su trabajo, sí la más feraz y exuberante en propuestas y resultados visuales -es, también, aquella en que la verbalización de las ideas que la sustentan ha sido dicha con mayor recato-. Anunciada como prolongación de la recientemente clausurada Animal ciego, que ha tenido lugar en Cajaburgos -y de cuya crítica se ocupó Marín-Medina en el último número de julio pasado-, cumple, a la vez, con la inclinación escenográfica demostrada por el artista desde la exposición citada el inicio de esta nota, y con la ampliación e intensificación de un proyecto galerístico que propicia la "ocupación" del espacio de la sala y unas prácticas museísticas que van más allá de la lógica comercialización privada, así lo pudimos ver, por citar sólo una de las exposiciones de la temporada pasada, con Eugenio Ampudia.Avisaba Marín-Medina de la "raíz conceptual" que orientaba el proceso creativo de Verbis, una raíz cuyo tronco y ramas derivadas han sido, a su vez, explicitados en las notas que durante casi década y media ha redactado el pintor y que ha titulado, con la ironía juguetona de otros suyos, Cactus interruptus. Amén de lo que podríamos considerar como el mapa de sus mentores intelectuales, se deduce de ellas la íntima vinculación entre el hecho (físico y mental, tangible e inmaterial) de la pintura, el deseo y el lenguaje; un nudo vehiculado, en su caso, por medio de una mecanización distanciada, cuya lejanía, sin embargo, mancha tanto al artífice como al contemplador, por no decir a la pintura misma. El título de El ojo desnudo apunta a una reiteración que señala el interés bifurcado de Verbis por lo que la pintura da a ver y por lo que la pintura ve. Por explorar los modos en los que la mirada hace la pintura y por los modos en los que la pintura construye nuestro modo de mirarla. Dicho con sus propias palabras, ofrecer "ciertas verdades con vocación de pintura: la ficción de la pintura que se expresa con todo eso que llamamos pintura".
La arquitectura de la sala se hace aquí soporte para el trampantojo. La línea, dotada de la "carnalidad" que busca el pintor, se ensortija y serpentea por los muros, varía su escala perceptiva, se vuelve, voluntariamente, marco de cuadros en los que, sino ausente, sí que la pintura se "dice" desde una lengua que la fuga, no al banalizarla, sino al abrir la innoble geometría de las costuras que la constituyen. Y mordiéndola, desde el dorso, con inútiles ortogonales de madera. Cual concluye Verbis sus notas, aquí, "la actividad consciente del espíritu consiste en imponer un contenido a las formas."