Vicente Blanco
Juegos con el vídeo
14 octubre, 2004 02:00Algunas veces pasa cuando estáis dormidos, 2004. Vídeo
Vicente Blanco (1974) sigue abriéndose camino en la selva del arte actual, aproximándose cada vez más al vídeo y a su creación mediante el dibujo animado y, de paso, abriendo también camino a la ilustración en movimiento como técnica y formato competentes. La herencia fotográfica se mantiene en su obra reciente, así como el recorta y pega y cierto toque ingenuo (como de cómic) en la inclinación neo-realista. A su lado, va ganando terreno la herencia de los sistemas simbólicos, de temporalidad y narrativos de los medios televisivos y de programación (especialmente de los videojuegos).En esta ocasión, el artista gallego propone 3 proyecciones simultáneas y complementarias pensadas a propósito de las dos salas con que cuenta este Espacio Uno. Se trata de fragmentos que pueden conectarse entre sí (si bien en ningún momento se señala obligación alguna de ello), que probablemente mantienen alguna invisible relación, pero es cada uno quién debe imaginarla y establecerla. En la primera (mini) secuencia, se nos presenta, a la manera de una teleserie, a unos personajes, estudiantes de instituto, un aula y lo que parece ser una excursión en autocar. Después, en un bosque en penumbra, se desencadenan extrañas fuerzas lumínico-sonoras que aparecen de repente para luego irse. En un tercer momento, un mensajero llama a la puerta de una casa donde un chico (probablemente uno de los protagonistas de antes) permanece en una sala con el televisor encendido (en el que se ve el Atomiun de Bruselas). El mensajero trae un paquete pero el chico no espera ninguno.
Los tres momentos parecen sacados del importante capítulo de una serie o de un filme, en cualquier caso de algo extrañado o ajeno a nuestra cultura televisiva. Casi se intuye que, lo que sea, nunca ha sido terminado. La conexión lógica es tan posible como improbable, ya que casi cualquier conjetura encaja. Y las que surgen tienen tendencia a lo misterioso y el suspense. Sin embargo, la cadencia lenta y de poco movimiento y la disposición de bucle irregular de las secuencias contribuyen a concentrar la atención en los tres momentos narrativos y a descentrar las posibilidades de explicación.
Todo se cuadra y descuadra, así, en una narración truncada que propone un retrato del primer mundo como algo que en su confort y conectividad es raro, frío, absurdamente inhumano y lleno de secretos. Como si un plan maligno nos hubiera vuelto máquinas subidas a un decorado.