Robert Indiana. Pelar la Bomba
Peace Dives in Oblivion, 2003
Van a cumplirse cuatro décadas desde que Robert Indiana -cuyo verdadero nombre es Robert Clarke, nacido en New Castle, Indiana, en 1928-, definió el arte pop como el arte de América, "el mejor de los mundos posibles", decía, "es el sueño americano, optimista, generoso, e ingenuo". Y concluía: "Es como pelar la Bomba". Cuarenta años más tarde, conversando telefónicamente con la directora de la galería en la que ahora expone, le preguntaba: "¿Pero tú sabes lo qué está pasando aquí?" Y, claro que lo sabíamos, era el pasado dos de noviembre, y los norteamericanos votaban en unas elecciones cruciales para la ética civil.Las piezas de Indiana -más los cuadros que las esculturas del conjunto One trough Zero, que serializan, en aluminio ionizado, las que jalonan las travesías neoyorkinas de Park Avenue- se adhieren con su rotunda simplicidad jaculatoria a los monstruosos e impúdicos acontecimientos que han ensuciado, más de lo mugrientas que estaban, a las democracias occidentales y, especialmente, al gobierno ejecutor de algunas de las acciones más desvergonzadas y atroces que hemos sufrido en años. El mismo gobierno y el mismo presidente que podían -Indiana no lo sabía entonces-, repetir mandato durante cuatro terribles años más.
Las figuras simples, de bordes recortados, su interpretación del símbolo de los movimientos pacifistas y las leyendas inscritas, son de la misma familia y estirpe que los Eat, Die, Hug y Love, que le hicieron famoso en los 60; pero sus afirmaciones actuales no son ya infinitivos anónimos e intemporales con los que incitar actuaciones a un número indefinido de personas. Ahora, las sentencias adquieren en su aseveración inmediata un aire de oscuro presagio: "La paz cae presa del terror", "La paz elude el mundo", "Una vez más la paz ha sido destronada" y "La paz se hunde en el olvido". Cumple con algo más que dijo en la entrevista citada : "MORIR es igual a COMER", porque "el Pop admite la Muerte como parte de un diálogo inevitable". Cuando lea esta nota, usted, Indiana, la directora y yo mismo, ya sabemos que nuestro interlocutor, el elegido George W. Bush, sigue hablando de la imperiosa necesidad preventiva de la muerte (de otros).