Jon Mikel Euba fuera de contexto
Some things are moving
13 enero, 2005 01:00Fotograma del vídeo Busan, 2005
El germen de esta muestra es un intento fallido que se transforma en un proyecto de actuación. Un minuto de silencio debería haber sido un vídeo, pero, por diversas circunstancias, se concretó en una recopilación de imágenes manipuladas -gestos y posturas de rockeros, a los que el artista Jon Mikel Euba (Bilbao, 1967) enmascara o pone una cabeza distinta de la suya- que recogió en un cuaderno.En el prólogo, Euba ofrece un dato que creo vertebral para abordar la exposición: "Un minuto... surge como una tentativa deliberada de producción de una forma." Una afirmación que, no he podido ni querido evitarlo, me remite, de modo directo y con intensidad visible a la estrategia contra el formalismo que Txomin Badiola sigue en Malas Formas (por si no fuera suficiente incentivo para ese parangón la concurrencia y despliegue que ambos artistas hacen del dibujo, la escultura, la acción y el video). Si Malas Formas es "una estructura que me permite integrar en lo que hago absolutamente todas y cada una de las facetas de mi vida", como declara Badiola, Un minuto... es una herramienta de comunicación, una secuencia de imágenes pautadas, un guión para una performance, cuyo objetivo, por paradójico que parezca, es eludir las clasificaciones en uso sobre el trabajo previo de Euba: "Aburrido de estar representando al artista vasco que habla de su contexto [...] estoy trabajando en un proyecto que pone en cuestión el proceso [...] con la intención [de] que tenga como punto de partida el "fuera de contexto".
De este modo, impresiones digitales de las páginas de ese cuaderno configuran un largo mural que recorre de punta a punta la galería, frente a las que, en sucesivos recintos se proyectan cuatro vídeos -todos fechados en 2005-, uno Gowar (Godard, Warhol), que es un resumen "deliberado" de las estipulaciones de Euba sobre el proceso narrativo y la sintaxis y gramática de la imagen resultante de su intervención; que no quiere olvidar la cualidad abstracta de su trabajo y elude las trampas de lo figurativo, por más que se deje seducir, durante la producción de la forma, por la cualidad representacional del soporte video.
Los tres restantes, Neska, Neska La noche y Un minuto en Busan reiteran un esquema de acción -diferenciado sólo por el ciclo del día y la noche-, en el que el protagonista reproduce, regido su cuerpo por varios ayudantes, el repertorio de posturas y gestos establecido en el libro. La secuencia narrativa, propiamente dicha, está vacía de otro significado que no sea el deducible de las actitudes de los modelos impresos -que incluyen posturas forzadas y dolorosas y, también, gestos triunfantes, expansivos, humillantes, obscenos, insultantes o cómicos-, o de los estereotipos artísticos consagrados por la estatuaria, una manera irónica de criticar el modo de hacer propio. No hay inicio ni final, sino irrupción del hecho manifiesto, e interrupción de la actividad, que es, por otra parte, involuntaria.
Sólo dos frases aparecen recogidas y subrayadas, en el cuaderno de Un minuto... Dicen: "El rock continúa teniendo la aureola revolucionaria, pero no lo es en absoluto. Se repiten unos esquemas una y otra vez, los que nacieron con el mismo rock, pero descontextuados, sin contenido, vacíos de significado. Ahora el rock es sólo negocio." (Pau Riba) y, "En The Velvet Underground la idea era salir al escenario e improvisar allí las canciones". (John Cale, Abril, 1981). Si sustituyésemos "rock" por "arte" y cambiásemos la sala de conciertos por la galería, hallaríamos dos de los elucidarios clave de esta exposición: primero, en palabras del propio artista, la pretensión o el gusto de "crear una situación banal, pero extraña y, sobre todo, que esté vacía" y, en segundo lugar, actuar en el seno de esa propuesta como quién está ensayando delante del público asistente. Lo vacante como sistema de prueba y error.