Miquel Navarro de ciudades, cactus y cuerpos
Sombras lunares
28 abril, 2005 02:00Ciudad cerebro, 2003. Al fondo, El cuerpo y la ciudad del refrectario I, 2003
En la nueva escultura española de los años setenta y ochenta, orientada especialmente al espacio expandido de las instalaciones, así como a las intervenciones sobre la Naturaleza y a las acciones sobre el cuerpo, la obra de Miquel Navarro (Mislata, Valencia, 1945) tuvo un lugar propio y principal, sobre todo por sus inconfundibles representaciones de ciudades o "agrupamientos" -según a él le gustaba llamarlos-, los cuales constituyen un prototipo de instalación de carácter escultórico, que integra conjuntos de pequeñas piezas configuradas como edificios ciudadanos muy diversos -desde los domésticos a los fabriles, desde los ornamentales a los de representación-, cuya estructura se rige por conformaciones de un urbanismo declaradamente imaginario. Estas "instalaciones de ciudades", iniciadas por M. Navarro hace treinta años, siguen manteniendo su eficacia, por más que resulten ya "archiconocidas" -como las califica Juan B. Peiró en su introducción al catálogo de esta exposición de obra última-.Es, pues, natural que el artista siga reservando lugar principal a una instalación de este tipo en esta muestra, y que el título de esa pieza, Sombras lunares, sirva también para denominar la exposición. Se trata de una obra muy bella, una especie de dormida ciudad de hierro, con dos barrios dispuestos en torno al eje de un alto y totémico monumento central, que corona una media luna. Uno de los barrios o alas está integrado por viviendas primitivistas; el otro, por hileras de objetos indefinidos, cuyas formas recuerdan a órganos sexuales humanos y, en mayor número, a instrumentos arqueológicos. La pieza se ilumina de una manera efectista, siguiendo el gusto que siempre ha declarado M. Navarro por lo escenográfico. Los referentes de esta instalación remiten claramente al cine fantástico y asimismo al cómic, como apunta su autor.
En relación directa a estas ciudades, la exposición incluye una sorpresa: M. Navarro, que desde siempre se ha recreado fotografiando con eficacia estas instalaciones suyas, ha decidido esta vez una serie -digamos que "autónoma"- de fotografías de formato monumental, en las que -en un despojado y frío interior- combina la instalación de una ciudad realizada en materiales refractarios con el cuerpo de un hombre desnudo. El efecto visual causa extrañeza, o incomodidad, tanto por la diferencia radical que existe entre las frías formas geométricas de la instalación arquitectónica y las formas anatómicas redondeadas del desnudo, cuanto por la diferencia tan acusada de la escala, que hace que resulte imposible la integración del hombre en la ciudad. Ignoro si es precisamente "eso" lo que desea expresar M. Navarro, pero, en cualquier caso, la inadecuación compositiva -o estética en general- resulta palmaria. Sobre ese particular, el propio Peiró escribe en el catálogo que "el choque de lenguajes es delicadamente brutal, brutalmente delicado". A la aludida brutalidad contribuye el hecho mismo de que la figura -casi siempre de espaldas- ocupe redundantemente el centro de la composición, y también la manera de iluminarla con una luz principal y otra de relleno, lo que subraya los grises y la insuficiencia de contraste. Se trata, creo, de un trabajo en estado crudo, a matizar, y, en efecto, chocante.
Un tercer sector de realizaciones es el correspondiente a la escultura volumétrica, tridimensional, que resulta cada vez menos minimal y más radicalmente constructivista, inclusive en el propósito de buscar una alianza entre su vocabulario plástico y esa intención social soterrada que alienta en tantas piezas de M. Navarro. En esta sección destacan, desde luego, un par de obras fundidas en bronce bastante singulares, inspiradas en formas vegetales bulbosas, las tituladas Craso y Edificios con cactus, en las que, pese a ser construcciones acusadamente masivas, el espacio y el juego de luces y sombras, utilizados como un flujo que recorre de arriba abajo los volúmenes y los matiza, resultan ser los elementos plásticos privilegiados.