Exposiciones

Elizabeth Murray en los márgenes de la pintura

22 junio, 2006 02:00

The Lowdown, 2001

IVAM. Comisario: Robert Storr. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 3 de septiembre

Elizabeth Murray (Chicago, 1940) se formó en la School of Art Institut de Chicago, junto a artistas tan relevantes como Leon Golub, Nancy Spero o Claes Oldenburg, y en el Mills College de Oakland, California. En 1967, se trasladó a Nueva York y años más tarde empezó a trabajar con la Paula Cooper Gallery. Desde el inicio de los 80 su trabajo comenzó a adquirir progresiva notoriedad hasta el reconocimiento tardío en los 90. Ha sido profesora de la Princenton University, Yale University y la School of Visual Arts de Nueva York.

En el último cuarto de siglo, asombrosamente, el MoMA ha dedicado tan sólo cuatro grandes exposiciones a artistas mujeres: Louise Bourgeois, Lee Krasner, Helen Frankenthaler y Elizabeth Murray, cuya sorprendente obra se expone ahora en el IVAM. Aun siendo su número también anecdótico, con entidad semejante a aquellas exposiciones -sin incluir entre ellas las muestras que podemos considerar menores-, las dedicadas por el IVAM a artistas mujeres -Barbara Hepworth, Ghada Amer, Sue Williams y Marjetica Potrc-, desde el año 2003 hasta la actualidad, suman tantas como las contabilizadas en el MoMA. Esta situación de desigual atención por parte de los museos al trabajo realizado por hombres, respecto al llevado a cabo por mujeres, ilustra con claridad la posición de desventaja que también en el mundo del arte soportan las mujeres.

La obra de Elizabeth Murray, como pone de relieve la exposición del IVAM, resulta de particular interés no sólo por los entresijos inherentes a su propia producción, sino porque esta obra fue agrandándose en un período en el que se han producido radicales transformaciones en el arte -como es el que va desde los años setenta hasta la actualidad-, y del que esta artista, desde los márgenes que dejaba el reducido marco de la pintura, ha sido partícipe activa. A Elizabeth Murray sin embargo, como a otras artistas mujeres, el reconocimiento y la valoración de su trabajo le llegó tarde por ser mujer.

Producida por el MoMA y comisariada por el nuevo director de la Bienal de Venecia, Robert Storr, esta exposición recala ahora en el IVAM. Prácticamente desconocida en Europa, donde por vez primera se muestra su trabajo de forma retrospectiva, la obra de Elizabeth Murray alcanza una notoriedad especial con esta muestra. La exposición del IVAM, frente a la llevada a cabo en el MoMA, permite contemplar con mayor desahogo, como el comisario y la propia artista han reconocido, su alcance. Una primera sala recoge los inicios de la artista. En ella, se dan cita obras producidas entre mitad de los años sesenta y principio de los setenta, en las que se ponen ya de manifiesto la preocupación por lo constructivo y el sentido del humor, como elementos que permanecerán a lo largo de su dilatada producción. En su período formativo, Elizabeth Murray asentó los fundamentos de una pintura que tan pronto absorbía el color y la emoción de Cézanne, como lo expresivo y constructivo de Beckmann. A ello, se sumaron influencias procedentes del surrealismo, así como el desorden de ciertas posiciones neodadaístas del pop californiano y el Funk Art; aspectos éstos que se reconocen en obras tan lúdicas y desenfadadas como A mirror (1963-64) o Night Empire (1967-68). La estética del descuido y el mal hacer, del lado de colores estridentes y cierta informalidad kitch, sitúan estos trabajos en abierto desencuentro con las corrientes en boga, ya fuera el expresionismo abstracto o el arte pop.

Con ello, Elizabeth Murray sitúa unas bases de actuación pictórica, como son lo híbrido e impuro, sobre las que fue creciendo su vasto y poliédrico trabajo. Cuando el minimalismo y el arte conceptual se convirtieron en las ten- dencias de moda, siguió trabajando al margen de las novedades. Con obras de pequeño formato como Benjamin’s Moving Derby (1971), Shrinking Lines to the Ritght (1974), en las que se reconoce a Klee, o las extraordinarias Pink Spiral Leap (1975), Beginner (1976) y Mübius Band (1974), en las que resulta inevitable pensar en Picabia, echó mano de arabescos y motivos biomórficos de orden abstracto, para subvertir la aparente simplicidad de las cosas, y hacerlas complejas en lo poético y referencial. De ese modo, sobre repetitivas estructuras modulares, el trabajo de Murray fue depurándose en obras que entroncan con las que también produjera Eva Hesse en un escenario más próximo al postminimalismo.

Una segunda sala, y parte central de la exposición, da entrada a la explosión del color en grandes formatos, que caracterizó su trabajo a partir de mitad de los años setenta. Al margen de las tendencias en boga, avanzó sobre los neoexpresionismos y, después de vaciar sus cuadros, los volvió a llenar de una pintura que acababa expandiéndose en todas las direcciones. Bordeando la pintura, ensanchó sus límites en muy variados formatos en obras sorprendentes como Tug (1978), Join (1980) o Heart and Mind (1981), antes de que la propia pintura saltara en mil pedazos en piezas como More That You Know (1983) o terminara doblándose y metamorfoseándose en todo tipo de ilusiones. Así, más allá de Philip Guston y Frank Stella, entre los años ochenta y noventa, Elizabeth Murray llegó a reinventar una pintura que, en sus últimas obras, resulta tan extraordinariamente fresca y vital, como la del más irreverente grafitero, como se aprecia en las sobresalientes Bop (2002-2003) o The Lowdown (2001) con las que se cierra esta extraordinaria exposición.