Exposiciones

La aportación de Karmelo Bermejo

VI Premio de Fotografía El Cultural

26 octubre, 2006 02:00

Aportación de trabajo gratuito al grupo Deutsche Bank, 2006

Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 18 de noviembre. De 2.000 a 4.000 euros.

El VI Premio de Fotografía El Cultural (fallado la pasada primavera) trae de la mano esta primera individual de Karmelo Bermejo (Málaga, 1979), un artista cuya obra había ya destacado en algunas muestras colectivas, así como en el más reciente proyecto en El Ojo Atómico de Madrid. Geist, que así se llamaba, era una demostración convincente del funcionamiento del sistema de Bermejo, mezcla de ácido sarcasmo, sátira humorística y manejo de los registros visuales y teatrales. Tuvo dos partes. La primera consistió en una performance en que se invocó el espíritu de Joseph Beuys. Después, durante una semana se dejó al hipotético espíritu campar a sus anchas por una sala vacía. Esta pieza da pie a localizar la obra de Bermejo fuera del ámbito estricto de una fotografía que es utilizada como medio de documentación, de fijación de momentos precisos de unas acciones en que se analiza la realidad cotidiana o el medio cultural y artístico. Estamos, por tanto, ante un artista que usa la fotografía como soporte principal (que no único) de demostración.

Este conjunto de obras es un buen resumen de la labor de Bermejo. Básicamente se trata de la continuación de la serie Aportaciones, y consiste en acciones que suman un grado más a diferentes nocividades en el ámbito público, un punto más que actúa como interferencia en la señal normalizada y anestesiada de nuestra percepción. Así, por ejemplo, Bermejo manda a un violinista profesional a tocar la Pequeña serenata nocturna de Mozart en mitad de una ruidosa calle de Hamburgo. En las imágenes podemos ver el tráfico, el caos, el intérprete, el violín y, finalmente, El Ruido. En otra acción añade una masa informe de 10 kilos de bronce sobre el pie de una estatua institucional puesta en Bilbao en honor al lehendakari Aguirre. Las fotografías que dan cuenta de la acción, por encima de todo, susurran: "Esta estatua no aporta nada a los ciudadanos, esta estatua es una mier…" Está también aquella imagen en que aparece un guardia de seguridad velando el 3 de mayo de Goya, casi alineado con los ejecutores franceses, o las muy humorísticas y salvajes estampas del propio Bermejo currando gratis para bancos o cadenas de hamburgueserías. La obra sólo pierde algo de potencia cuando se vuelve más evidentemente de denuncia, como al añadir varios litros de fuel a la Costa da Morte.

Estas fotografías son el documento exacto de un trabajo profundamente conceptual que, en un primer momento, elabora una crítica radical a los "daños colaterales" causados por grandes intereses en el medio público para después permitir un análisis sobre su origen e imperio. Como en cualquier buena fotografía, en ellas se ofrece un punto de vista personal, nuevo y claro sobre la realidad y se consigue plasmar lo ideado. Karmelo Bermejo (como irónicamente insinúa su apellido) nos hace "ver mejor", nos hace pensar al decir de Camus, como aprender de nuevo a ver.