Image: Apartheid, en la puerta de casa

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Exposiciones

Apartheid, en la puerta de casa

Apartheid. The Southafrican mirror. Comisario: Pep Subirós.

11 octubre, 2007 02:00

David Goldblatt: George Nkomo vendedor ambulante, Johannesburg, 2002.

CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 13 de enero

Plantear un recorrido por el Apartheid en Suráfrica, por los orígenes, historia, enfrentamientos y desenlace de uno de los episodios más repudiables de la historia reciente, recordarlo y dar a conocer un escenario que fácilmente olvidamos, es, de entrada, algo más que destacable. La cosa se podía haber quedado ahí, mostrando el fenómeno en la distancia, dejándonos cobijados bajo exclamaciones tipo "¡Cómo se pudo permitir que llegase a suceder algo así!". Pero la gran virtud de Apartheid. El espejo sudafricano, que se peude ver en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, es que va más allá.

Tras un repaso por la políticas tremendas que se llevaron a cabo en Suráfrica durante más de medio siglo, el final de la exposición es demoledor: los nombres de los 8.800 muertos caídos desde 1993 intentando entrar desde áfrica a Europa; la actual obsesión por la seguridad, el control en los aeropuertos, la autoprotección en casas y urbanizaciones cerradas a cal y canto; muros en Israel, también otros mucho más próximos, en Melilla; pateras y permisos de trabajo. Conclusión: el muro del Apartheid sigue vivo, ampliado al mundo entero, bajo nuevas modalidades, bajo nuevas formas de exclusión por origen o color de piel auspiciadas, en esta fase postcapitalista, por el poder de las grandes coorporaciones económicas. La exposición no deja ninguna posibilidad a una mirada complaciente con el pasado, porque en realidad Apartheid. El ejemplo sudafricano habla del presente: ¿a qué suenan si no las pruebas de ADN para los emigrantes en Francia?

No es, por supuesto, una exposición que trace una historia del arte o una exposición comisariada con algunos artistas surafricanos. Es una exposición cultural, política e histórica que, como nos tiene acostumbrados el centro, utiliza las obras de arte de forma ilustrativa. Obras que aparecen mezcladas con documentación fotográfica o videográfica, apoyada en multitud de textos que explican cada una de las fases en la evolución del concepto de racismo, el mismo Apartheid y la situación actual. Llaman especialmente la atención algunas instalaciones multimedia, que no son obra de ningún artista sino dispositivos explicativos. En uno de ellos se contraponen en dos pantallas sincronizadas anuncios propagandísticos sobre la buena situación de la población negra en Suráfrica elaborados por el gobierno Apartheid en los setenta, enfrentados a los filmes realizados ilegalmente de Lionel Rogosin y Nana Mahomo que retratan la situación real en aquellos años.

Pero es con la aparición de los trabajos de William Kentridge o David Goldblatt cuando las obras de la exposición consiguen trascender el mero valor ilustrativo. Quizá porque los paisajes de artistas surafricanos de la primera mitad de siglo XX o las tentativas cubistas o expresionistas de otros quedan necesariamente lastrados frente a documentos escalofriantes que relatan las condiciones de vida, el encierro de la población en ghetos de pobreza, los pases de trabajo... No menos escalofriantes que el relato del paso de la teoría de la evolución de Darwin a la eugenesia, para acabar en el racismo y la limpieza racial.

Porque si la exposición acaba cerrando foco sobre el presente, el inicio es también impactante: arranca explicando la evolución del racismo, la explotación de áfrica y las visiones sobre el "buen salvaje" y lo exótico, las ferias en las que se mostraban individuos africanos y los parques temáticos que reproducían entornos de poblados indígenas, la aparición del nazismo... Todo precedido de una frase que marca el inicio de la exposición: "Las razas no siempre han existido". En efecto, conviene recordar que la idea de raza es una construcción cultural. Recordar, hacer memoria y tomar nota de ello, en presente, es lo que se ha propuesto el CCCB al explicar el Apartheid surafricano como un espejo en el que mirarnos.