Exposiciones

Giordano abre el Casón

21 febrero, 2008 01:00

Boveda de la alegoría del Toisón, 1697.

Con motivo de la reciente reforma del Casón del Buen Retiro de Madrid y antes de su inauguración como Centro de Estudios, el Museo del Prado abre desde hoy al público las puertas de esta casa que alberga la maravillosa bóveda de Luca Giordano que decora el salón principal del edificio. Además, 56 pinturas del artista napolitano acompañan al fresco restaurado. Hasta el 4 de mayo.

Tras la reciente apertura de la ampliación del Museo del Prado con el bello edificio en torno al claustro de los Jerónimos, la pinacoteca continúa con sus planes de expansión. Tras más de diez años de cierre al público, y unas difíciles obras de ampliación, rehabilitación y restauración, abre ahora las puertas el Casón del Buen Retiro que, en un inmediato futuro será biblioteca y centro de estudios del museo.

Este edificio, que formaba parte del antiguo palacio del Buen Retiro ha tenido, y en buena medida sufrido, una larga historia: salón de baile en la época de su construcción, sala del Estamento de Próceres en el siglo XIX, Museo de Reproducciones Artísticas desde fines de esta centuria, Sala de Exposiciones Temporales de la Dirección de Bellas Artes a mediados del siglo XX, Museo del Prado desde que, en los años setenta de esta centuria, se destinó a él la colección de pintura del siglo XIX, primera sede del Guernica y del "Legado Picasso"… La exposición que ahora se abre dedica una de sus salas a resumir este proceso, que bien merece, por sí mismo, un estudio monográfico.

Ha sido, sin duda, la extraordinaria pintura al fresco de su salón principal, obra del napolitano Luca Giordano (1634-1705), que representa, en complicado lenguaje barroco, la Alegoría del Toisón de Oro, lo que ha permitido salvar este edificio de la piqueta que, en el siglo XIX, se llevó por delante los amplios restos del palacio construido por Felipe IV. Más de cinco años de estudios y restauraciones han permitido recuperar, en la medida de lo posible, tal era el estado y los repintes existentes (de más de un 80 % de la superficie), esta importantísima obra del barroco cortesano europeo, que se presenta ahora al público acompañada de una magnífica exposición en torno a su autor, una de las glorias olvidadas del final de una época como fue la de los Austrias en España. Baste recordar al respecto que no hace más de cuatro años que se descubría, tras unos falsos techos, nada menos que una bóveda entera de este artista, además de gran calidad, en el palacio de Aranjuez.

El Museo del Prado, además de la fenomenal bóveda, conserva más de setenta pinturas del napolitano de las que, como nos recuerda Andrés úbeda de los Cobos, comisario de la exposición, ninguna se exponía en los muros del Prado en el año 2007. Muchas de ellas, ocultas en almacenes y depósitos muy dispares, aparecen hoy nuevamente a la luz, tras una laboriosa labor de restauración.

Quizá fuera la condición de "extranjero" una de las razones por las que la historiografía española, con raras excepciones entre las que deberíamos citar a su contemporáneo el Padre Santos, no ha prestado la suficiente atención al artista. También podría serlo la animadversión hacia su estética tardobarroca excesivamente dinámica y ricamente colorista. Una incomprensión que, por cierto, parece extenderse hoy día en los muros del Casón, pintados de ese obsesivo y feo gris que tantas veces domina en las exposiciones del museo, que en nada se relaciona con la tradición cromática dominante en la colección real española que alberga.

La exposición, en la que no sólo podemos ver obras de Giordano de las colecciones del Prado, sino otras de colecciones privadas o públicas, no sólo es una recuperación de una figura en buena parte mal comprendida por la historiografía española e internacional, sino que, a través de sus salas, ordenadas fundamentalmente con criterios temáticos, y por medio del libro que la acompaña, inicia un nuevo camino en lo que debe ser el estudio de este artista. De la mano de Andrés úbeda empezamos a comprender la significación de este artista por encima del mero y superficial decorador por el que a menudo se le ha tenido, así como por algo más que un artista-pastiche que se complacía en recrear la manera de Ribera, la de Rafael o la de Pietro da Cortona, siendo posible ver en él incluso una de las fuentes de Francisco de Goya. Desde este punto de vista, la sala llamada, "A la manera de…" resulta fascinante y seguramente muy atractiva para el gran público.

La exposición del Prado (que explora las facetas cortesanas, las raíces italianas y otros problemas en torno al artista), acompañada de las restauraciones mencionadas, se sitúa en la estela de las restauraciones que el Patrimonio Nacional ha llevado a cabo en la Escalera y Bóvedas de la Basílica de El Escorial y el mencionado despacho de Carlos II en Aranjuez y no hacen más que resaltar la necesidad de la recuperación de la bóveda de la Sacristía de la Catedral de Toledo, el último gran proyecto de Giordano en España.

La exposición es, por otra parte, un buen ejemplo del quehacer del Museo del Pardo desde el punto de vista científico, aunando labores de restauración, estudio científico-técnico e histórico artístico de sus fondos, ya que las obras que ahora se muestran al público no pretenden, aunque en varios momentos lo consiguen, sorprender a través de la espectacularidad, sino profundizar en un artista y un momento cultural injustamente olvidado como es el reinado de Carlos II.