Markus Oehlen, la rapidez del pensamiento
Pinturas 2007-2008
17 abril, 2008 02:00Searching for eggs, 2008
Día a día aumenta el número de pintores que incorporan a sus recursos el uso del ordenador. Uno de quienes más han pensado en las características y consecuencias de ese uso es el portugués Pedro Calapez quien recientemente escribía en la revista Artecontexto que: "Manipular colores y líneas que van surgiendo en la pantalla gracias al toque suave del ratón o del lápiz óptico sobre la tableta digitalizadora es un desafío a la rapidez del pensamiento. Se produce una especie de diálogo entre la velocidad y la visualidad. Ya no se consigue ver lo que se está haciendo, pero existe la convicción de que un resultado nos espera".El trabajo de Markus Oehlen (Krefeld, Alemania, 1956) ha experimentado cambios radicales desde sus ya lejanos orígenes a comienzos de los años 80 -ligado al arte y a la música y componente, junto a Martin Kippenberger, Walter Dahn, Georg Herold, Werner Böttner, Jiri Georg Dokoupil y su hermano mayor Albert Oehlen, del grupo de los jóvenes salvajes alemanes- e incluso desde la transformación de su labor pictórica en los años noventa, cuando dio entrada a un elemento estructural que se ha convertido en marca personal: las tramas, más o menos tupidas, que obturan la visión de las imágenes.
Frecuente en la programación de la galería Juana de Aizpuru, muestra ahora una selección de cuadros realizados en los dos últimos años -poco menos que los transcurridos desde su última exposición- de entre los que sobresale el catálogo de imágenes que proyectan, obtenidas sin duda con ayuda informática y que incluye rostros retratados y personajes indiferenciados -de alguno se nos aclara irónicamente que lleva sombrero-, soldados y otros actores armados, extraños alienígenas, figuras femeninas, maquinarias diversas, animales -destacando entre ellos el caballo, aunque la ligazón que la nota de prensa establece entre éste y el del Guernica de Picasso me parece cuando menos excesiva-, armas, herramientas diversas y utensilios como de ciencia-ficción, automóviles, paisajes, formas abstractas indefinidas y una bombilla que se repite en varios lienzos. Una apropiación más desaforada que indiferenciada, por cuanto el artista traza un horizonte visual que de modo más o menos alegórico hace referencia a la violencia, la guerra, el tráfago de la sociedad occidental contemporánea, y lo hace, además, de un modo que poco tiene que ver con el expresionismo feroz de sus orígenes, que adquiere ahora un cierto tono lírico, por más que no haya abandonado su voluntad de crítica social o de comentario político.
Hay una conjunción de formas orgánicas y formas abstractas, de límites definidos y otros movedizos, como si las formas no pudiesen o no supiesen estarse quietas. Se ha querido ver en ese diálogo una rememoración de ciertos modelos surrealistas, cita a Salvador Dalí y sus cuerpos duros y blandos incluida.
Ese variopinto conjunto aparece ante el espectador sobre cubierto y envuelto por distintas tramas que siguen patrones singulares. Se clausura así la nitidez de la imagen y se incide en la intensidad de la representación. Lo icónico cede el protagonismo del suceso a la práctica de la pintura. La velocidad de producción de las líneas que componen la trama, su sucesión, generan una visualidad propia. Censurada y móvil a un tiempo. Cual si apropiación y realización coincidieran en un momento único.
Porque me parece importante señalar que Markus Oehlen, con mayor o peor fortuna según los casos, pero siempre con coherencia, efectúa un trabajo manufacturado, en el que la pintura se construye capa por capa, superponiendo colores de una misma gama o de gamas antagónicas, hasta crear una superficie valorable por sí misma, pictórica, pero no pictoricista.
Una superficie inestable, vibratoria, que sumerge la imagen bajo la fisicidad misma de la pintura. Unas figuras que, como bien dice la nota de prensa en este punto, "no son fundamentalmente realistas, sino que se deslizan a través de los colores y enrejados, desproporcionándose de un modo a veces grotesco con el fin de conseguir una expresividad que de cualquier otra horma quedaría mitigada por la contención, sutileza y nitidez del resto de la pintura".