Goya, viaje al fondo de la locura
Goya e Italia
17 julio, 2008 02:00Goya: Escena de escuela, h. 1780-1785
La exposición propone una aproximación a Goya para situarlo en un contexto cultural determinado. La aportación del comisario, Joan Sureda, es precisamente ésta: explicar al maestro aragonés a partir del universo visual y cultural en el que está inmerso. Porque a menudo se suele presentar al pintor como una figura aislada, un artista que surge de la nada y en oposición a su tiempo. Frente al tópico del genio romántico, Goya e Italia implica un importante esfuerzo de relectura. Significa repensar al pintor dentro de un complejo mapa cultural, situarlo en una trama que -sin restarle mérito- alumbra otra percepción, mucho más compleja, de su obra.Goya e Italia describe un itinerario cronológico y temático. La formación en Zaragoza, el viaje del joven artista a Italia, su regreso y la vinculación con la Corte, los cartones, su faceta retratística, la pintura religiosa, su obra más misteriosa… son, grosso modo, sus principales capítulos. Pero este itinerario va acompañado del contexto: los lugares que Goya frecuentó y los artistas, inmediatamente anteriores y contemporáneos, con quienes pudo compartir inquietudes. Hay unas 350 piezas, de las cuales 89 son obras de Goya.
Pero ¿por qué ese título -Goya e Italia- cuando la muestra sobrepasa el episodio concreto de la estancia italiana? Efectivamente, entre 1769 y 1770, Goya realizó un viaje a Italia, no como pensionado, sino costeado por su familia. Viaje que participa de la idea del grand tour, el periplo de varios meses con destino final a Italia con que los jóvenes de buena cuna -y los artistas- completaban su formación. Este recorrido, que se fue institucionalizando a finales del XVIII y principios del XIX, culminaba el ciclo formativo de todo europeo ilustrado por aquello que Italia representaba: la Cultura, la única posible. Italia era el origen del mundo antiguo y del Renacimiento y constituía el centro de la vida cultural y artística europea. Poco se sabe en realidad del episodio italiano de Goya, aunque la exposición exhibe dos testimonios importantes: El cuaderno italiano (por motivos de conservación no se presenta el original, sino réplicas facsímiles que el visitante puede hojear), que contiene anotaciones y dibujos de su estancia en Italia; y la pintura Aníbal vencedor que por primera vez miró Italia desde los Alpes (1770-1771) que el artista presentó a un concurso de pintura en Parma. Pero, más allá del episodio concreto del viaje y de estos importantes testimonios, e incluso de los préstamos iconográficos o referentes italianos que se puedan buscar, Italia significa algo más: expresa la Gran Tradición Pictórica, tradición a la que Goya está y se siente vinculado. Es éste el contexto al que antes aludíamos y a través del cual se observa su figura.
Al hablar de la Tradición de la Pintura estoy señalando toda una manera de imaginar y explicarse el mundo que es uno de los valores de civilización de la época. Se trata de un sistema cultural que implica un ciclo formativo, unos referentes, unos criterios de valoración… En este sentido conviene señalar que el contacto de Goya con lo italiano se inicia con anterioridad a su grand tour. Precisamente en Zaragoza donde, por ejemplo, los alumnos de pintura podían acceder -como da cuenta la exposición- a una magnífica colección de dibujos importados de Italia que se utilizaban como modelo.
Italia o la Tradición significaban el culto a lo clásico, el canon establecido en el Renacimiento, la pintura como un lugar en el que se visualizan las leyendas, un teatro del mundo… Goya llega a Roma cuando ese mundo llega a su término. La Ciudad Eterna vive un momento de decadencia política. Es también un periodo de crisis para el arte, pero al mismo tiempo una época de una gran fecundidad y riqueza en la que conviven y se solapan variadas tendencias. No se trata de falta de talento por parte de los artistas. Por otra parte, el modelo italiano -ese ingenio para imaginar el mundo- expresa una gran vitalidad y capacidad de inventiva. Es difícil de explicar, pero las razones de la crisis artística hay que buscarlas en otra parte. Se diría más bien que sobreviene porque aquellos que hasta entonces protagonizaban la pintura, la desertan. En correspondencia con la evolución de los tiempos, los dioses, los héroes, las ninfas, las alegorías, los santos… abandonan aquella escenografía como actores que al final del acto dejan un escenario vacío. Este vacío es el mundo moderno.
El recorrido de la exposición finaliza con una alusión a la locura y a la muerte (el ámbito titulado Sueños y monstruos) que acaso se puede interpretar como una especie de conclusión. Los grabados de Goya se confrontan con Piranesi, Fuseli, Abildgaard… Es el mundo de la sinrazón, el absurdo, el terror, la pesadilla… Un mundo que estaba soterrado en la pintura antigua, pero que aflora dramáticamente ahora. Quien observe con atención el modelo italiano -la cultura europea- contemplará, como en los huevos de la serpiente a contraluz, al futuro reptil.