Image: El universo de Cristòfol

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Exposiciones

El universo de Cristòfol

Del aire al aire

4 septiembre, 2008 02:00

Situacions, Trajecte orbital, 1963

Comisarios: Daniel Giralt-Miracle y Jesús Navarro. Museo Jaume Morera. Major, 31. Lérida. Hasta el 5 de octubre.

En Lérida, en los años treinta, justo antes de la Guerra Civil, surge un círculo muy dinámico vinculado, de una manera ecléctica y personal, al surrealismo. Singular episodio éste, porque la ciudad, sin ninguna tradición implicada con la modernidad, era un centro con vocación periférica, excluida de los escenarios de creación de la época y condenada a la marginalidad cultural. Pese a ello, allí se creó un microclima que posibilitó la aparición de figuras como los pintores Antoni G. Lamolla y José Viola, el tipógrafo Enric Crous-Vidal o el escultor Leandre Cristòfol aglutinados, entre otros factores, por la revista Art (1933-1934). En este contexto, Leandre Cristòfol significa una investigación en torno a la escultura emparentada con las realizaciones de un Alberto o un ángel Ferrant. El mérito de Cristòfol es el de ser uno de los pioneros en reformular la noción de escultura tradicional. Y así se le reconoció en su momento con su participación en las exposiciones internacionales del surrealismo de 1937 y 1938. Sin embargo, la Guerra Civil, como en tantas cosas, supuso una ruptura en el itinerario del escultor, de manera que no será hasta mucho después -hacia los años cincuenta- cuando Cristòfol recupere aquel espíritu de innovación y reemprenda su investigación en el punto en que la había abandonado.

Comisariada por Daniel Giralt-Miracle y Jesús Navarro Guitart, la exposición presenta una panorámica de la escultura de Cristòfol señalando sus líneas de trabajo. Los orígenes de su creación son una escultura figurativa intencionadamente primitivista. Pero paralela a esta obra, Cristòfol articula varias vertientes de investigación: las formas biomórficas y orgánicas, la construcción de objetos de funcionamiento simbólico, el uso de materiales industriales reutilizados, el movimiento, el alambre y el dibujo en el aire, que se muestran didácticamente en diferentes espacios. Aunque de hecho, la contribución de la exposición es la de haber creado un mundo particular: el universo Cristòfol. Su obra, como es el caso de los artistas mencionados -ángel Ferrant, por ejemplo-, que trabajan con materiales pobres, posee un carácter nimio, leve y frágil. ¿Cómo calificar las piezas que son un simple alambre? ¿Qué pensar de la serie Ralentís espacials, una especie de móviles suspendidos en el aire? Acaso estas obras, vistas aisladamente, sean de difícil comprensión, pero la muestra consigue explicarlas en un contexto y articular un relato. En definitiva, para quienes apenas lo conocíamos a través de libros, la exposición resulta un descubrimiento.

Sin embargo, Leandre Cristòfol sigue siendo un misterio. Posiblemente, su conocimiento del surrealismo era muy intuitivo y fragmentario, aunque éste le proporcionara una nueva manera de mirar. A partir de aquí, el artista construye su propio mundo: un alambre es el punto de partida para contar una historia… siempre, eso sí, con una voluntad de "hacer escultura", porque Cristòfol trabaja con la actitud del artista tradicional que busca la composición y utiliza criterios formales. Y acaso esta historia esté relacionada con un caudal mítico y con los orígenes rurales del autor en su dimensión más atávica. Es evidente que los mencionados Ralentís espacials son una evocación del universo en sintonía a los móviles de Calder o las estrellas de Miró. Pero éste es un aspecto que desarrollaremos en otra ocasión.