Image: Jaque al sistema

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Exposiciones

Jaque al sistema

Inéditos 2009

17 julio, 2009 02:00

Obra de The Residents, C. 2002

La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Hasta el 30 de agosto.


La expectación que suscitan las convocatorias de Cajamadrid para menores de 35 años se comprueba con el número e importancia de profesionales que acuden a su inauguración. Si la de Generaciones se ha convertido ya en tamiz imprescindible en el camino hacia la profesionalización de jóvenes artistas, otro tanto está empezando a ocurrir con Inéditos, a la que se agregan nuevos comisarios. Una iniciativa en la que esta entidad ha sido pionera y sobre la que, aun secundada por algunos -pocos- centros de arte y programas en comunidades autónomas, todavía queda mucho por hacer. Pues tan importante como la incorporación de nuevas propuestas artísticas es la posibilidad de hallar artistas, obras y motivos y saber interpretarlos, creando nuevos dispositivos de reflexión y puestas en escena acordes con el ingreso de nuevos públicos que van sumándose a la aventura apasionante de la experiencia del arte: donde al final nos encontramos todos en un fértil diálogo intergeneracional e intrahistórico. Pero, atención: que la aparición de nuevas tendencias artísticas va acompañada sincrónicamente de sus pares críticos y comisarios -puesto que el ejercicio del arte también es un modo de convivencia-, ésta es una constante en la tradición del arte moderno, hasta hoy.

Un argumento más a añadir al excelente texto de Javier Hontoria, que ha formado parte del jurado en la selección de este año, junto a José Guirao, Marta Rincón e Isabel Tejeda, y donde hace hincapié en la complejidad y multiplicidad de versiones que desembocan ahora sobre el rol poliédrico de la actividad curatorial. Antes de dar paso al muy interesante plantel de argumentos y obras presentados en esta octava convocatoria, a la que se presentaron más de medio centenar de proyectos y que, a la postre, ha resultado ser para muchos la más lograda hasta el momento: por su posicionamiento conceptual, la elección de obras, los montajes adecuados -incluso, en algún caso, brillante- y la pulcritud de los textos incluidos en el catálogo. Nuevos y jóvenes comisarios pero ya bregados y con una formación específica fundamentada, con firme pilar, en la teoría del arte. Orientación que bien puede explicar el cuestionamiento del sistema artístico que abordan directamente dos de las tres exposiciones.

Emma Brasó (Madrid, 1983) y Héctor Sanz (Madrid, 1981), ambos procedentes de la Universidad Autónoma de Madrid, en SIN-TAG. Anónimos, Pseudónimos y álter Egos, desgranan con sutileza y brillantez el estado actual de la autoría, cuyo referente inicial en el arte contemporáneo sería la actitud irónica y travestida de Marcel Duchamp. Pero que con la aportación posterior de la muerte del autor a cargo de Barthes y Foucault -recogiendo la estela del 68-, se ha desplegado en toda suerte de posibilidades: desde políticas (Cinétracs), micropolíticas (Guerrilla Girls, Gran Fury), herederas de la deriva situacionista (Space Invaders, Annie Show y el grupo español Preisswert Arbeitskollogen), colectivas (Anonymous, Bernardette Corporation, Darko Maver) e incluso individuales y cínicas (Fontcuberta, Banksy). Variaciones que establecen distintas relaciones con el mercado artístico y el sistema del arte y que, en suma, certifican el anacronismo del mito de la vida de artista sobre el que se fundó la definición del Arte en la Modernidad.

La situación actual del artista es abordada a través del humor por Beatriz Alonso (Madrid, 1981) y Victoria Gil-Delgado (Madrid, 1983) -que trabajan juntas a partir de sus estudios en la Universidad Europea- en Como diría Roland Barthes, ni te cases, ni te embarques. Con algunos trabajos francamente divertidos, como el vídeo Todo lo que ha sido hecho de Azorro Group y las propias viñetas de Pablo Helguera, la argumentación, sin embargo, peca de cierta ingenuidad aunque a veces parezca que hoy el artista es el agente más superfluo en el sistema del arte, pues el victimismo de algunos artistas seleccionados sólo puede compensarse con efectividad en la ejecución formal. De hecho, como versan las pancartas colgadas por John Baldessari en las fachadas de Venecia, con mucho gusto a tantos artistas les obligaríamos a prometer "no hacer más arte aburrido", a pesar de la cuña decisiva que supuso introducir lo cotidiano en la experiencia estética contemporánea. En esta línea se sitúan los trabajos recientes aportados por Direlia Lazo (La Habana, 1984), en A la vuelta de la esquina.

Propuestas todas, en fin, de gran interés. También porque demuestran que se puede hacer mucho bueno con poco, dadas las estrictas condiciones -de presupuesto y adecuación a un espacio relativamente reducido frente a la lógica ambición de los proyectos-. Pero estos y otros handicaps, como el hecho de que esta institución no admita los retos más arriesgados, son resarcidos por el creciente prestigio del premio que, al cabo, sitúa las coordenadas dentro de las que se puede trabajar actualmente en el sistema del arte.