Mirar y escuchar
Arte Sonoro
30 abril, 2010 02:00Chris Watson: Sea Ice: Voices from Frozen Ocean , 2010
Un vasto y muy diverso territorio fronterizo abarca lo que actualmente denominamos arte sonoro. Bajo la etiqueta se encuentran desde la rica tradición de experimentación en emisiones radiofónicas, a la creación de archivos etnológicos e investigaciones de inspiración matemática, como puede comprobarse, por ejemplo, en la muy completa página web artesonoro.org.Convencionalmente, aludimos a John Cage como precursor para subrayar el perfil conceptual de esta tradición contemporánea. Pero es obvio que ya en el Cabaret Voltaire los dadá explotaron la poesía fonética de ascendencia mallarmeana y que antes el propio Wagner había hecho un llamamiento a la obra de arte total, cuyo antecedente habrían sido los triunfos barrocos. Y si aún quisiéramos ir más allá, hundiríamos las raíces de la convivencia entre lo visual-espacial y lo musical-temporal en el propio proceso de humanización donde, en el seno mágico-ritual, la experiencia estética se confunde y fusiona medios y recursos. Al cabo, una reivindicación -y negación de la creatividad restringida en departamentos estancos y especializados- inscrita en la vuelta del arte a la vida que marca decisivamente el arte contemporáneo.
Curiosidad matemática
Por ello, es un acierto que José Manuel Costa inicie su justificación de la muestra aludiendo a los agricultores de arroz del Sureste Asiático, quienes han convertido un sistema de regadío tradicional en los bancales javaneses construido con bambú basculante en la instalación de "series enteras de bambúes de manera que produzcan distintos sonidos, de periodicidad variable" para disfrutar su música. Y es que el conjunto de propuestas que agrupa esta "exposición" apela a un visitante contemplador, oyente y paseante, dispuesto a participar en un abanico de experiencias que, además de estéticas, tienen que ver con el juego, la curiosidad matemática, el interés ecológico y, por supuesto, la música y la poesía.
Tal vez la selección haya quedado demasiado abierta para los aficionados a un ámbito de creación minoritario pero ya consolidado en las últimas décadas. Ya que este proyecto no intenta establecer una lectura histórica ni análisis temático. Sino más bien confirmar su carencia de límites, partiendo de un planteamiento global (donde destacan las aportaciones de las tradiciones principales de Japón y la cultura anglosajona -sobre todo, Estados Unidos y Alemania-) que pretende alcanzar a un público mayoritario en la primera gran muestra dedicada al arte sonoro en Madrid. Pues si ya venía siendo habitual encontrar piezas sonoras en colectivas y se habían sucedido exposiciones y eventos en Barcelona, Córdoba, San Sebastián, Vigo…, en el foro ha habido que esperar a esta temporada -con Hypersound en noviembre pasado en el Reina Sofía y, después, la exposición dedicada a Sonic Youth en CA2 Móstoles, y todavía asistiremos a alguna más, convirtiéndose en motivo estrella este 2010- para adentrarnos en la hibridación de artes visuales y sonoras, cuya complejidad de producción y montaje disuade a la mayoría de instituciones.
Lo que todavía hace más extraordinaria la colaboración de La Casa Encendida con La Colina de las Ciencias, que estrena jardín abierto al público, y también con el Barrio de Lavapiés que, para comenzar, disfrutará cada hora del tañido de campanas de Llorenç Barber, además de acoger performances y otras actividades a cargo de jóvenes artistas que se desarrollarán mientras dure la exposición. Se ofrece así la posibilidad de diversas opciones y trayectos para transitar camino a, y para demorarse.
Sonido rotundo
En La Casa Encendida resultan muy impactantes la gran instalación del bosque enmarañado de la alemana Angela Bulloch, así como la proyección tridimensional del japonés Ryoji Ikeda, minimal y rotunda. Y también es excepcional la reunión de obras de Carsten Nicolai, con Anti y Reflex (2004), que complementan una experiencia cósmica e íntima del sonido, y que conforman casi una síntesis de su trabajo junto a otras en las que se cristaliza y materializan sus formas. Es posible que resulte útil dejarse acompañar por la nueva audioguía creada por el Taller de Radio LCE para subir a la azotea, en cuyo hall se encuentra la exquisita The Thinking Machine (2007), resuelta con elegancia artesanal por el británico Martin Riches a partir de un proyecto del japonés Masahiro Miwa y de la que emana la calidez de la música aleatoria de las campanas tubulares. Y en otro orden, tampoco es desdeñable escuchar las últimas grabaciones del deshielo y la fauna en la Antártida a cargo de Chris Watson, colaborador de David Attenborough en la BBC.
Pero contando con la primavera recién estrenada y su lucimiento en el Retiro madrileño, la intensidad lírica se multiplica en la Colina de las Ciencias, cuya combinación de obras roza la perfección. Destacaré las más literarias: el Jardín de Poetas (2008) de los seniors en arte sonoro en España, José Iges y Concha Jerez, instalación temática de un archivo de poesía latinoamericana, cuyo precedente fue el Bosque de palabras de la artista. Y el paseo narrativo, a cargo de Escoitar.org -y mediante GPS-, hacia el Ángel Caído, la escultura maldita más querida en la ciudad.