Crítica poscolonial
Principio Potosí. ¿Cómo podemos cantar el canto del Señor en tierra ajena?.
14 mayo, 2010 02:00Melchor Mercado: Un mundo al revés, 1841-1869
La Modernidad desde el Sur
Es la gran apuesta que viene anunciando Manuel Borja-Villel desde el inicio de esta temporada y que a los tres años como director del museo supone una inflexión que, si bien era ya manifiesta en seminarios y ciclos de conferencias, ahora se confronta con el gran público en forma de exposición. El núcleo teórico radica en la hipótesis de revisar la Modernidad desde el Sur que le valió ganar el concurso. Y la trama para desarrollarla continúa con coherencia la red de colaboraciones urdida en el MACBA, como delata el protagonismo de los comisarios-artistas Alice Creischer y Andreas Siekmann; aunque en el Reina Sofía madrileño -inevitable rompeolas del sistema artístico en España-, se le comience a pedir ampliar la agenda y mayor implicación con el conjunto de nuestra producción artística en su imbricación internacional, porque ¿dónde puede probarse el compromiso sino en la "sucia" arena de lo real? Por imprescindible que sea la reflexión crítica.
En esta exposición, tanto españoles como foráneos, todos han "chocado con este dictado de la identidad y la identificación (ser artista, curador, activista, colonizado, descolonizado, de acá, de allá, español, alemán …)", intentando desactivar ese dictado de las identidades adjudicadas, anudados por una "praxis política que considera la intervención más importante que su verdad". Pero verdades como puños son las eficaces correspondencias establecidas a partir de las representaciones de la historia del colonialismo español como primera globalización que establece las pautas de la actual, evidenciadas por obras recientes -algunas, producidas en el mismo museo Reina Sofía- que hablan de Dubai, China, Rusia, Argentina o España.
Un exposición muy dura
Hay mucho sufrimiento aquí. Es muy dura. Hasta el punto de que el "juego participativo" supone casi un aligeramiento de los cuadros y grabados de maestros y anónimos de ese barroco colonial que en España se considera condescendientemente ingenuo. Pero no fue una estrategia ingenua la que establecía programas iconográficos en Europa (Felipe II encarga a grabadores holandeses los manuales) para ser reproducidos a gran escala (un taller podía fabricar miles de cuadros al año) en Potosí, entonces una ciudad mayor que París y Londres, punto inicial de la acumulación de la plata extraída en la región y que después, como capital, circulaba por el orbe. Una propaganda visual para aprender a sufrir: donde las penas del Infierno se asimilaban a las condenas de los "pecadores", esto es, de la mita, un régimen de esclavitud bajo la que vivieron y murieron cientos de miles, durante cientos de años. Porque el reconocimiento de la dignidad humana es irrenunciable, un grupo autogestionado ha creado el Museo de Arte y Cultura de los Trabajadores Migrantes en Beijing. Y reconocemos en aquéllos a los desplazados y emigrantes que construyen los nuevos palacios del arte en Dubai. Y a los africanos ilegales y europeos del este en Huelva, una pequeña Potosí "local" contemporánea. Así como el lastre de la dominación en cuerpos y mentes de las mujeres siervas, que ahora intentan ser "vírgenes rebeldes".
Esta muestra no es complaciente ni con la celebración del "día de la Hispanidad" ni con el Bicentenario de la Independencia en Latinoamérica -véase Un mundo al revés de Melchor Mercado-; y también allá levantará ampollas, aunque en Bolivia exista un Viceministerio de la Descolonización.