Image: Susan Hiller o lo que no ves

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Exposiciones

Susan Hiller o lo que no ves

What I see

19 noviembre, 2010 01:00

Magic Lantern, 1987

Centro Cultural Montehermoso. Fray Zacarías Martínez, 2. Vitoria. Hasta el 7 de enero.

Uno de los trabajos más conocidos de la etapa temprana de Susan Hiller es Sisters of Menon, firmado en 1979 pero alumbrado siete años antes en el marco de una reunión con jóvenes que investigaban sobre el "origen de las imágenes y las ideas". Terminada la reunión, Hiller comenzó a realizar un ejercicio a medio camino entre la escritura y el dibujo, como queriendo trascender los límites de la consciencia, un flirteo con la herencia automática del surrealismo que, en lo sucesivo, será uno de los hilos conductores de su trabajo y del que se desprende otro asunto no menos importante: que ningún discurso puede negar la existencia de su envés y que en toda observación hay un espacio para su propia contradicción. Así lo demuestran los trabajos que se exhiben el Centro Cultural Montehermoso, un jugoso aperitivo para la gran retrospectiva que la Tate londinense prepara sobre el trabajo de la artista para comienzos de 2011.

Entre el kitsch y el conceptual
Vean, si no, una pieza ya mítica, Dedicated to the Unknown Artists, realizada entre 1972 y 1976, en la que recogía y clasificaba viejas postales de marinas que llevaban la leyenda "Rough Seas". Son imágenes con un motivo muy elocuente, el mar embravecido con sus claras evocaciones románticas, que archivó con los métodos de la práctica conceptual, esto es, el registro frío y despegado, controlado y racional. Pero esto no pareció suficiente para los barones del conceptual, pues la iconografía y el formato de las marinas coqueteaban peligrosamente con la imaginería kitsch y la suya pronto fue considerada una conducta reaccionaria y herética. Hiller ya creía que el programa del conceptual era excesivamente rígido. Como Baldessari, que se mofaba de Joseph Kosuth por querer plantear un arte basado en sistemas y reglas, Hiller no lograba entender que no existiera plena libertad para hacer lo que a uno le viniese en gana después de todo lo que se había luchado -y con tanto éxito- por soltar tanto lastre en la década anterior. Por eso decidió centrar su atención en campos a los que el arte conceptual había prohibido la entrada con vehemencia, romper las barreras del lenguaje y reintroducir lo visual como ejercicio de reivindicación. Dedicated to the Unknown Artists relaciona imágenes y texto pero, además, introduce matices propios como una cierta sensibilidad poética y un guiño a lo vernáculo y lo popular.

Aproximación antropológica
No hace falta decir que cualquier simpatía hacia toda fórmula no objetiva en los años sesenta y setenta constituía una verdadera aberración, pero ya en sus primeros trabajos, Hiller, siempre abierta al debate, privilegia el automatismo como oposición a la racionalidad dogmática de artistas como Kosuth y Art&Language. Las referencias a la escritura automática, que desarrolló por vez primera en la citada Sisters of Menon, pueden verse aquí en From India to Planet Mars, reveladora de un interés por la naturaleza vaporosa y etérea del inconsciente que se acentúa con la cualidad espectral que aporta su montaje en caja de luz. Hiller da visibilidad a lo subyacente, a lo que no siempre es perceptible pues se encuentra en un limbo impreciso entre lo vigente y lo caduco, entre la vida y la muerte. Es aquí donde observamos la aproximación antropológica a su práctica artística. En Magic Lantern, uno de sus trabajos indispensables, revela las fisuras del rigor científico y, a partir de los estudios de Konstantin Raudive -un letón que investigó fenómenos paranormales y el modo en que se genera el lenguaje a partir de dispositivos electrónicos-, devuelve la voz a los muertos. Es una pieza extraordinaria, una de las joyas de la exposición, con ricas y densas lecturas cruzadas. En su interés por la clasificación de formas culturales en peligro de extinción destaca también Journey to the Land of the Tarahumaras y, sobre todo, The Last Silent Movie, un filme sin imágenes pero con voces de diferentes idiomas al borde de la desaparición, un archivo incorpóreo del lenguaje en estado crítico. Esta pieza formó parte de la Bienal de Berlín de 2008. Montada en la Nationalgalerie, el hito racionalista de Mies van der Rohe, resultaba curioso ver lo bien que se desenvolvía Hiller en la fría geografía del dogma moderno.

No dejen de detenerse ante el monumental The J-Street Project, otro registro de lo ya ido a partir de la relación entre lenguaje e historia. El proyecto nace de una beca en Berlín, cuando, vagando por la ciudad, la artista tropieza con calles que hacen referencia a judíos (Judenstrasse, Judenhof…). Susan Hiller, siguiendo su práctica habitual, decide acometer una empresa ambiciosa, recorrer todo el país documentando cada una de ellas. Son 303 imágenes en las que el significante se revela con claridad. Pero, ¿y el significado? Otra vez un fantasma, que sobrevolará por siempre a la historia alemana.

Susan Hiller es una referente en la historia del arte reciente. Nacida en Florida en 1940, decidió abandonar Estados Unidos a finales de los 70 para instalarse en Londres, donde vive y trabaja. Ha expuesto en muchos de los centros más importantes del mundo como el Castello di Rivoli de Turín (2006), la Kunsthalle de Basel (2005), el Museo Serralves o el ICA de Philadelphia. Prepara su gran retrospectiva en la Tate Britain en febrero.