Elena Blasco, jardín de la mano mala
Millones y abundantes razones
6 abril, 2012 02:00Vista de la exposición
Una propuesta de exorcismo y manifestación de la perplejidad ante lo real. Una cascada de incoherencias que resulta de lo más coherente.
Desde entonces, Blasco ha venido chapoteando en ese magma hirviente y apasionado, esa sopa primordial a la que dio paso aquel "ancha es Castilla" y que se convirtió en mirada convulsa, agitada y estupefacta hacia lo que rodea de forma más cercana a su ser. Con ello articula un lenguaje particular con la metáfora literaria devuelta a su origen visual y apoyada en el juego, la ingenuidad de primitivos y niños y la reunión con lo inesperado, lo grotesco y lo informe. Su pegamento esencial es un humor descarnado que funciona como espejo del horror cotidiano y de la sorpresa hacia lo mundano. Y es una lengua que parece brotar de un tronco común vernáculo de España y en la que resuenan ecos de otros creadores del último siglo como el grupo musical Vainica Doble, los poetas Gloria Fuertes o Ramón Gómez de la Serna, los artistas Juan Ugalde o Carlos Pazos y escritores del humor como Miguel Mihura o los de La Codorniz.
Esta muestra de Alcala 31 aparece como una exposición más de Elena Blasco pero expandida en el espacio y el tiempo. Como si se tratara de una gran instalación, en ella se interconectan 140 obras fechadas a lo largo de tres décadas sin que resulte fácil adivinar periodos ni particiones conceptuales. La violencia, la exageración en las expresiones de lo social, la condición de la mujer y sus supuestas funciones, el orden de lo cultural y el propio sistema del arte son expresados en una plástica que hace del color llevado a su extremo (como "arma arrojadiza", según afirma Blasco) y de la promiscuidad casi imposible de géneros, lenguajes, técnicas y, especialmente, materiales, la gran virtud. La otra es la tendencia "anti heroica" a pintar y a fotografiar y a esculpir, como si fuera con la mano menos dotada técnicamente: la propensión a hacer churros.
Todo ello trata de comunicarnos una propuesta incesante de exorcismo y manifestación de la perplejidad ante lo real, donde cualquier objeto, cualquier imagen, cualquier travestismo, puede ser utilizada en su contra. Una cascada de incoherencias que acaba por resultar de lo más coherente.