Margolles, "acaban a 7 en una hora"
Teresa Margolles. El testigo
28 febrero, 2014 01:00Vendendor de PM, 2012
Es el titular de una de las más de 300 portadas del periódico PM dedicadas a los asesinatos, a menudo múltiples, ocurridos en Ciudad Juárez a lo largo de 2010, uno de los años más sangrientos en la historia reciente de esta población fronteriza tristemente famosa. Teresa Margolles (Culiacan, Sinaloa, 1963) las ha fotografiado y ordenado cronológicamente sobre los muros del CA2M para obligarnos a comprender las dimensiones del drama de una ciudad de la que se calcula que han huido 220.000 personas dejando 115.000 casas abandonadas. Pero también para que sepamos que los asesinatos de mujeres, las "desaparecidas", se enmascaran en la espiral de violencia alimentada por los cárteles del narcotráfico y se alimentan de un machismo que se manifiesta en las demenciales portadas del PM: junto a la fotografía de un cadáver en la calle aparece siempre una mujer muy ligera de ropa con sus correspondiente titular procaz, como adelanto de los anuncios de prostitución en las páginas interiores (que procuran buenos ingresos a este diario sensacionalista).Esta es la primera exposición institucional en España de la artista aunque había expuesto antes en la galería Salvador Díaz (2007) y había realizado distintos proyectos al inicio de su carrera en espacios alternativos de Madrid. Presenta obras recientes -la más antigua es Sonidos de la muerte (de 2008)- que resumen los proyectos que Margolles ha hecho en torno a Ciudad Juárez, que comenzó a visitar en 2004. Allí se fraguó la evolución de su trabajo, que pasa de centrarse en el cuerpo invisible, en la morgue, a partir de su etapa con el colectivo SEMEFO, al cuerpo en la calle y a la "ciudad como cuerpo". La obra central, aquí, es La promesa, que monta por tercera vez -ha estado en el MUAC de México D.F. y en la Kunsthalle Baden-Baden- para ser activada/deshecha por un grupo de participantes en performances diarias. Es un alargado muro que aglomera parte de los residuos de demolición, triturados, de una de tantas casas abandonadas, comprada por la artista para documentar su cuidadoso desmantelamiento y realizar esta instalación. La obra se relaciona con la serie de fotografías Esta finca no será demolida, que hace un seguimiento de la ruina y desaparición de gran número de casas antiguas en el centro de Ciudad Juárez como resultado del exilio y la especulación inmobiliaria. Son de alguna manera "cadáveres" que habitan una ciudad en descomposición, "testigos" mudos de la violencia, como el árbol tiroteado pero aún vivo que abre el recorrido expositivo.
A grandes rasgos, en el trabajo de Margolles encontramos obras que documentan el estudio "forense" de un cuerpo social, obras que amplifican en el espacio los restos más inmateriales del crimen -los fluidos, los efluvios y los sonidos- y obras que solidifican y condensan, con gran rotundidad, sus restos materiales. Mª Inés Rodríguez, directora del CAPC de Burdeos, ha combinado en esta exposición que comisaría esas tres formas de relacionarse artísticamente con la realidad. La dimensión escultórica y arquitectónica del trabajo de Margolles se ha ido perfilando en los últimos años, en paralelo al recrudecimiento y la invasión de la esfera pública de la criminalidad mexicana. Habíamos visto ya "construcciones" en cemento que incorporan restos o fluidos humanos e incluso una pieza, Cubo (2010), realizada con escombros de la Calle Mariscal en Ciudad Juárez; también fragmentos de muros y portones "baleados" transportados al espacio expositivo. La promesa se podría integrar en la tradición contemporánea de intervenciones arquitectónicas presidida por Gordon Matta-Clark, y hasta al non site de Robert Smithson, pero sus motivaciones serían más sociológicas y emocionales que teóricas o formalistas. La casa y la ciudad están impregnadas de los cuerpos que las habitan. Incluso el aire que las envuelve, dice Margolles, que desarrolla la idea en un vídeo panorámico en el que el polvo del desierto barre las calles de un desolado barrio de la maquila, con el contrapunto de las voces de unos niños que preguntan desde otra pantalla: "¿Cómo salimos?". La promesa puede leerse como frontera, geográfica y humana.