Till Gerhard, belleza y abismo
Ahnen ahnen
25 julio, 2014 02:00Detalle de Niemand Nirgendwo, 2014
Está en el aire: la búsqueda en la naturaleza de formas de vida alternativas. No es una tendencia dominante pero podemos detectarla en diferentes formas de creación: en la música, en la literatura, en el cine y en la ficción televisiva, en las artes visuales… Se huele un nuevo trascendentalismo que algunos tachan de nostálgico y trasnochado, y algo de eso puede tener, desde luego, pero puede funcionar también como una vía de superación de la banalización comercial de tantos productos culturales... aunque se preste igualmente al marketing.Se trata, a veces, de una nueva new age más bien tonta. Pero en otras ocasiones se parte de la base de una hoy casi inevitable perspectiva escéptica e incluso irónica que encuentra a pesar de ello, en esas actitudes, imágenes, conceptos y estados emocionales dignos de estudio y/o de experimentación. Creo que Till Gerhard (Hamburgo, 1971) pertenecería a este segundo grupo. Asocia el bosque y la montaña a las aguas profundas: entornos naturales en los que, en soledad, se disparan los temores subconscientes hacia lo desconocido. Gerhard entronca con la tradición mística y romántica germánica, muy apegada a la naturaleza, pero también con movimientos que ya en el siglo XX llevaron a los jóvenes a los bosques, como el Wandervogel (pervertido por el nazismo) y el hipismo, así como la corriente artística chamánica que tiene en Joseph Beuys a su mayor exponente. Pero él forma parte, obviamente, de otra generación, y por ello, aunque a menudo haya evocado situaciones y eventos de otras décadas (como la historia de la sanguinaria y sin embargo bucólica familia Manson), sus referencias culturales son amplias y hasta contradictorias, desde los rituales agrarios de origen celta que ha rastreado en los Alpes hasta el cine comercial estadounidense con tema sobrenatural.
Till Gerhard es un nombre recurrente en las revisiones de la pintura figurativa alemana de estas últimas décadas. Su etapa de formación coincide con la caída del muro de Berlín pero él creció y estudió siempre en el Oeste y sus maneras están más cerca de Peter Doig o de Daniel Richter que de la escuela de Leipzig. Lo que le distingue es, quizá, además de su particular fijación temática y una calidad pictórica remarcable, la superposición y fusión de dos lenguajes: de un lado, la fidelidad a los originales fotográficos que reproduce a tamaño considerable manteniendo hasta cierto punto las características visuales de ese medio; de otro, una intervención más expresionista y abstracta que enmascara, tacha, enfatiza y, en definitiva, señala el umbral hacia "otra dimensión" en la imagen.La pintura de Till Gerhard es oscura. Hay en ella alucinación y maldad.
No es, por otra parte, como algunos de sus colegas alemanes, un blue chip; en su currículo encontramos más eco en los países nórdicos que en los grandes mercados del arte. Hace unos meses presentó una película documental, The Fairy Trail, en la que se basa alguno de los últimos cuadros que muestra en su segunda exposición en The Goma. No les recomiendo verla (está en Vimeo), porque resulta a ratos hasta ñoña, cuando da la palabra a personas que creen vivir junto a las hadas y demás "seres elementales" en la naturaleza. Su pintura es mucho más oscura. Hay en ella alucinación pero también maldad. Tanta muerte como vida. Este nuevo paganismo, que suele ser todo amor y salud, resulta bastante malsano en Gerhard. Y eso es lo que lo hace mucho más interesante. Los destellos, los contraluces, las distorsiones cromáticas y los "ectoplasmas" pictóricos (la comparación es mía, no suya) que dificultan la visión clara del espectador remiten a los "defectos reveladores" de la fotografía amateur a la vez que subrayan el componente visionario de lo representado. Dibujan, en sus palabras, "la fina línea entre la belleza y el abismo".