Christian Boltanski o el fin del mundo
Sombras
30 enero, 2015 01:00Elemento mínimo y efecto máximo en la instalación de Boltanski en Palma.
Es una especie de escenógrafo de ultratumba. Un constructor obsesivo de altares paganos. El mundo creativo de Christian Boltanski (París, 1944) parece ser el de un largo duelo que no cura el tiempo, y eso a pesar de que si de algo hace gala el artista francés es de un tono vital ligero y celebrativo. La muerte, esa gran sombra proyectada en su cabeza desde hace décadas sigue siendo el motor de su trabajo, cada vez más autobiográfico. Un teatro de máscaras que encontramos ahora en el espacio de La Lonja de Palma de Mallorca, un antiguo mercado de arquitectura gótica, plagado de columnas salomónicas, y abierto desde hace unos años a la intervención de artistas, como las de Jan Fabre, Tony Cragg y Bernardí Roig.Aunque seguramente sea la propuesta de Boltanski la más celebrada de todas. Sin duda, la mejor. Viéndola, uno entiende esa fascinación que tiene el francés por calificarse de pintor. Sus Sombras no están lejos de la pintura mural que antaño se hacía en las iglesias. Aquí, aunque sean proyecciones, las imágenes también devienen un intento de plantear preguntas a través de asociaciones visuales.
Con elementos mínimos consigue un efecto máximo. A este espacio alzado en 1420 le viene que ni pintado este elenco de personajes construidos con pequeñas placas metálicas y colgadas, como marionetas, en pequeñas estructuras que el artista ha colocado a ras de suelo. Hacen referencia al imaginario tradicional, a brujas y demonios, que se suben por las paredes en una danza macabra. Lo ha mezclado, además, con un reloj parlante que parece vaticinar la hora clave: el fin del mundo.
Todo recuerda a esa otra gran artista creadora de sombras, Kara Walker, y conecta con esos utensilios que Boltanski asocia siempre al recuerdo: cajas metálicas, cajones de archivo, juguetes... Los lazos de esta nueva producción se estrecha con una de sus obras míticas, Théâtre d'Ombre, de 1984. Tampoco está lejos de sus bombillas desnudas en torno a fotos borrosas de gente desaparecida o muerta, de los 90; de la gran montaña de ropa de Personnes que mostró en el Grand Palais de París en 2010 o los cientos de retrato de bebés que componían la instalación Chance en la Bienal de Venecia en 2011. Los espíritus siempre flotan en los limbos a los que nos tiene acostumbrados el artista. Hombres, mujeres, fantasmas, zombies, vivos, muertos: ¿quién sabe y qué más da?
Al final, todo lo que propone Boltanski es una extensión de su propia sombra. Un retrato imposible, como el que Giacometti perseguía siempre de su hermano. "Lo que siempre se escapa. Algo sublime: errar y volver a empezar", dice. Pequeño héroe de revista.