Image: Lola Álvarez Bravo, la fotógrafa que se rebeló

Image: Lola Álvarez Bravo, la fotógrafa que se rebeló

Exposiciones

Lola Álvarez Bravo, la fotógrafa que se rebeló

31 julio, 2015 02:00

Kilómetro 87, 1960

Círculo de Bellas Artes. Alcalá, 42. Madrid. Hasta el 30 de agosto.

Cuando era muy joven, tomó una decisión: "También quería brincar", como hacían los demás en las fiestas. Sin embargo, no era el papel que se le había asignado. Le habían enseñado a hacer postres, servir el té y tocar el piano. Era una señorita y no podía aprender otras cosas. Sólo se la permitía sentarse en el taburete del piano y hacerlo sonar mientras los otros bailaban. Pero ella, Dolores Concepción Martínez Aranda, se rebeló, se levantó y se puso a dar saltos. Le parecía denigrante que la limitaran y se convirtió en una de las más grandes fotógrafas mexicanas, aunque a algunos les costase reconocerlo y prefiriesen ver en sus imágenes al marido, otro gran fotógrafo, del que tomó los apellidos cuando se casaron, Álvarez Bravo, y que no abandonó nunca, ni después de que se separaran. Fueron unos apellidos que en algún momento pesaron demasiado y que provocaron incluso que algunas de sus fotografías le fueran atribuidas a él, como ha sucedido con algunas otras parejas de fotógrafos, sólo hay que recordar a Gerda Taro y Robert Capa.

Ahora es la primera vez que se presenta en España, y seguramente en Europa, una retrospectiva de Lola Álvarez Bravo (Jalisco, México, 1903-1993). Es una retrospectiva condicionada por los fondos con los que se ha hecho, los de la Fundación Televisa, que cuenta con más de 240 imágenes de esta gran fotógrafa, y quizás por eso puede que no termine de ser completa. Faltan por ejemplo los fotomontajes, fundamentales para entender su trabajo y el modo en el que se vinculaba su lenguaje al de las vanguardias de los años 20 y 30, aunque siempre se ha destacado su obra más documental, puede que porque estos ensayos más experimentales se hayan considerado demasiado dependientes de otros artistas. Sin embargo, en la exposición sobresalen obras abstractas, como Virutas (1940), en la construye su composición concentrándose en un detalle mínimo de lo cotidiano, o surrealizantes como el Tríptico de los martirios (1950), en el que utiliza de modelos a unas prostitutas para hacer unos desnudos en los que las heridas del sufrimiento son dibujadas por las luces y las sombras que marcan su piel. Lo poético de estas imágenes puede hacerse extensible también al resto de su trabajo documental, tanto que siempre se ha dicho que es lo que caracteriza su fotografía, aunque a veces se ha relacionado peligrosamente con el hecho de que fuera mujer, un tópico que sin duda debería desmontarse.

Como se puede apreciar en esta retrospectiva, Lola Álvarez Bravo demostró a lo largo de su extensa carrera su compromiso con los más desfavorecidos, campesinos y trabajadores de las grandes ciudades, y también dejó testimonio de aquello que a medida que pasaba el tiempo iba desapareciendo en la sociedad mexicana, escenas de costumbres que eso que se llama progreso (la llegada del turismo y el desarrollo industrial y comercial) estaba eliminando poco a poco. "Si algo resulta útil de mi fotografía será el sentido de ser una crónica de mi país", afirmó.