Image: El museo imaginario de Rafel G. Bianchi

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Exposiciones

El museo imaginario de Rafel G. Bianchi

Rafel G. Bianchi. El coleccionista ausente

15 abril, 2016 02:00

El coleccionista ausente 2, 2016

Galería Noguerasblanchard. Doctor Fourquet, 4. Madrid. Hasta el 30 de abril. De 2.500 a 12.000€

Mariano Fortuny pintó entre 1863 y 1867 tres versiones de una de sus composiciones más conocidas, El coleccionista de estampas. Rafel G. Bianchi (Olot, 1967) ha elegido la primera (en el Museum of Fine Arts de Boston) como modelo para un pequeño "museo imaginario" de arte contemporáneo catalán. La ha preferido a las otras porque incluye un loro, sosias animal del artista, y por su curiosa historia: tras venderla a un coleccionista estadounidense, Fortuny añadió el retrato de éste en forma de "cuadro dentro del cuadro" disfrazándole de noble militar del siglo XVII y dando, con ello, aún otro salto atrás en la cronología interna del cuadrito, ya que la escena se sitúa en el siglo XVIII. ¿Cómo clasificarla? Es, claro, una "pintura de casacones" pero pertenece a un género que viene desde el Barroco a nuestros días, registrando las transformaciones acaecidas en el mercado del arte y en su contexto social: el del gabinete del coleccionista o el museo doméstico.

El proyecto de Bianchi entreabre las múltiples capas -temporales, compositivas, sociológicas- de esta obra de Fortuny y le suma un buen número de estratos con los que construye un perspicaz análisis de la relación del creador con los objetos artísticos. En la tradición del gabinete, el coleccionista es un fetichista que inunda de piezas un interior, transformándolo en espacio de prestigio. Fortuny, y eso le interesa mucho a Bianchi, inventa el interior en el que aquél recibe a sus proveedores: es un collage de elementos y de antigüedades que pertenecían al artista, distintos en las tres versiones del cuadro. Si las piezas son de quita y pon, ¿por qué no utilizar esa estructura de base para diseñar un gabinete con las obras que a Bianchi le gustaría poseer o, mejor, que lo explican como artista en un momento preciso.

Pero antes ha de conocer bien esa estructura, explorada en un conjunto de cuadros y dibujos que analizan la base cromática y espacial; y a la hora de hacer su versión la hace saltar de escala respecto al minúsculo original. La esboza con una síntesis de dibujo y pintura creando, con su habitual pericia técnica, transparencias y un cierto aire de espacio virtual que quizá nos están avisando de que entramos en un ámbito mental en el que toda esa pasión fetichista del coleccionista por el objeto material se convierte en otro tipo de apropiación.

Bianchi ha elegido para trazar esta "genealogía" o "comisariado" del arte catalán a artistas que son en gran parte sus contemporáneos. Hay obras de algunos ya fallecidos, como Miró y Brossa, y de algunos de sus mayores, como Aballí (si se vende el cuadro, el comprador será retratado en el lugar que ésta ocupa), Perejaume o Fontcuberta, pero muchas son de artistas jóvenes, identificables gracias a un folleto a disposición del visitante, e incluso la estructura sobre la que se exhibe es obra de la artista Lúa Coderch.

No crean que abundan estas muestras de generosidad y aprecio en un mundo marcado por la competitividad. Pero hay más conexiones y capas, empezando por la reinterpretación, en otra obra, de El taller de Fortuny (de R. Amado) y llegando quizá hasta Dalí. Bianchi, como a ese arquitecto y esa galerista invitados a su gabinete, que esperan al coleccionista ausente, también nos abre la puerta. No dejen de entrar.

@ElenaVozmediano