María Luisa Fernández, el deseo de ser escultura
Je, je... luna. Obras entre 1979-1997
22 abril, 2016 02:00Catorce veces grande de España, 1990. Foto: Enrique Touriño
Los objetos de María Luisa Fernández (Villarejo de Órbigo, León, 1955) desean ser esculturas pero a veces no lo son. Utilizo la conjunción adversativa conscientemente ya que el "sí, pero no", su Manifiesto Peroísta, define su juego con el arte convirtiendo la duda y la contradicción en un canto al devenir. El trabajo que recoge esta retrospectiva que va desde 1979 hasta que abandona voluntariamente la producción como una artista-Bartebly del "preferiría no hacerlo", es una reflexión meta-artística sobre ser individuo, ser artista y, por qué no decirlo, el empoderamiento femenino.Un complejo alunizaje el que tuvo que pilotar su comisaria, Beatriz Herráez, de la mano del Azkuna Zentroa de Bilbao y que ahora exhibe el museo Marco de Vigo, desarrollando una labor detectivesca, de rastreo de piezas y documentación dispersa entre archivos privados, galerías y colecciones para reactivar una producción dormida que ya no se imaginaba a sí misma habitando los espacios expositivos. Finalmente, después de un largo proceso de restauración, peinando las Melenas, acicalando las Máculas, pigmentando las Esculturas Rojas y reescribiendo las Leyendas, por primera vez se presentan todas ellas juntas, además de tres esculturas de nueva producción y parte de los primeros trabajos que realiza como miembro del colectivo CVA (Comité de Vigilancia Artística) junto al artista Juan Luis Moraza.
María Luisa Fernández estudia pintura en la UPV desde el 1979 al 1984. En ese momento, la figura de Jorge Oteiza, como la de Joseph Beuys en el ámbito internacional, supone una autoridad en la pedagogía del arte. Sin necesidad de matar al padre y desde una sinergia creativa, la generación de Bellas Artes que compartía estudio en el muelle de Uribitarte (Bilbao) sentó "sin querer" las bases para una redefinición de los lenguajes escultóricos. Txomin Badiola, Pello Irazu, Ricardo Catania, María Luisa Fernández, Juan Luis Moraza, Angel Bados y José Chavete entre otros, conformaron lo que se resolvió en denominar la Nueva Escultura Vasca.
Artistas ideales, 1997. Foto: Enrique Touriño
Las esculturas de Fernández son metáfora y cuerpo, emergen como tótems, ascendentes, antropométricos. Su peculiar topografía surge de un largo proceso que como un guiño a su admirada Tierra de Campos traslada la labranza al taller y la convierte en herramienta escultórica. Esculpir y modelar como arar y cosechar. Fernández siembra los pigmentos, incide en los surcos, sella las superficies. El acabado es tosco, como la tierra, sin lijados, ni refinamientos; tan solo geometrías dislocadas y materiales cercanos: maderas quemadas, yeso, plomo, hierro...
Diecinueve años después celebramos esta incursión lunar, que Fernández retome de nuevo su actividad artística. Je, je…luna es reactivación de una artista exluida de los espacios de visibilidad del arte, la catalogación de la obra y el primer paso para su conservación y difusión. Influjo positivo.