Carmen Calvo se desmelena
Todo procede de la sinrazón
9 diciembre, 2016 01:00Detalle de Et pourleche la face ronde, 2013-2016
Tras la tardía adjudicación hace dos años del Premio Nacional de Artes Plásticas, Carmen Calvo (Valencia, 1950) no tiene nada que demostrar. Quizás por eso ha permitido a su comisario, Alfonso de la Torre, que muestre facetas marginales a su producción, y más bien fruto de su generosidad para colaborar con quienes se lo piden, como un vídeo found footage con fragmentos de sus filmes preferidos y algunos audios con la variada música que escucha mientras trabaja. También puede verse un reportaje donde artista y comisario charlan sobre aspectos de su trayectoria, signada por un lenguaje “caníbal” y desde el principio provocador. Así, la propia artista, habitualmente enmascarada como tantos de sus personajes tras su trabajo, se presenta aquí directamente, próxima y casi podríamos decir, a bocajarro. En esta exposición, el énfasis en la presentación del archivo de imágenes que se han ido solapando en su estudio es casi tan intenso como la afirmación de sus más íntimas obsesiones: sexo, violencia y muerte. Una exposición rotunda, con una selección de hitos en su carrera y piezas pertenecientes a las más prestigiosas colecciones, que no es un mero recorrido cronológico. Iba de retrospectiva, pero a resultas de esa impronta de extimidad, al tiempo es un zoom sobre la raíz y latencia permanente de su feminismo, expresado a través del motivo del pelo en la obra de Carmen Calvo: una artista políticamente comprometida en el arte, con la transgresión y subversión de sus lenguajes, y como es sabido, desde ahí, comprometida con la memoria de nuestro país, que es también un jirón de la historia de Europa y los desdichados coletazos de su ambivalente modernidad.Sin título, 1969. Al fondo, Paris Paysage, 1986
Alicia, 2006. Foto: Pedro González
Esta exposición bien podría haberse titulado “ese obscuro objeto del deseo”: siniestro y abyecto, negado y ocultado en el ejercicio de la violencia cotidiana durante el franquismo, entonces gracias a los traumas inculcados por el catolicismo, como rememora Valeriano Bozal en el catálogo y en tantas obras ha insistido en recordar esta espigadora y bricoleur incansable. Disciplina sobre los cuerpos, las emociones y los sentimientos que produjeron mujeres rotas, algunas castigadas y rapadas, como sus maniquíes calvos; todas presas en la “cárcel de amor” que todavía hoy engaña a adolescentes y jóvenes. Para las que la artista ha realizado este año una pieza empoderada: un enorme globo terráqueo con voluptuosa melena. Ante la evidente falta de espacio frente al proyecto, nos preguntamos por qué el Museo Nacional Reina Sofía ha dejado de organizar, como antaño, sus correspondientes retrospectivas a los Premios Nacionales de Artes Plásticas. Y también por qué la sala de la Comunidad de Madrid está asumiendo esta función, cuando su programa declarado es mostrar la trayectoria de artistas “a media carrera”, propósito muy chocante en esta exposición con casi medio siglo de trabajo. En este país, necesitamos poner orden y claridad en nuestro panorama artístico. Urge un premio estatal para esa “media carrera”. Y no es de recibo que nuestro museo nacional de arte contemporáneo no cumpla sus obligaciones con el país, con artistas, profesionales y públicos; con un programa expositivo respetable, pero aun sin resolver la cuestión del arte español. @_rociodelavilla